Armando Rodríguez Jaramillo
Armenia (Quindío - Colombia), 30 de diciembre de 2013
El 2013 podría ser calificado como un año anodino para Armenia y el
Quindío, no porque se lo mire con pesimismo, ni más faltaba, sino porque
pudieron ser mejores sus resultados.
En primer lugar, en lo relacionado con la creación de empresas,
crecimiento de las existentes y generación de puestos de trabajo, podría decir
que los resultados fueron regulares, pues Armenia continuó en los primeros
lugares de las ciudades con mayor desempleo, la creación de empresas no
presentó la dinámica esperada y no se evidenció la llegada de inversión externa.
Para contextualizar lo dicho, hay que tener en cuenta que la prosperidad de una
región está directamente relacionada con la capacidad de sus empresas para producir
bienes y servicios de calidad que demanden mano de obra calificada, lo que
termina por incrementar el nivel de ingresos per cápita de la población.
En segundo lugar, los resultados preliminares ponen en tela de juicio
que estemos aprovechando la oportunidad de ejecutar proyectos portadores de
futuro para el departamento con los recursos de los Fondos de Desarrollo
Regional y de Ciencia, Tecnología e Innovación del Sistema General de Regalías.
La idea del legislador al extender el usufructúo de las regalías a todos los
departamentos era apalancar el desarrollo local fortaleciendo proyectos
productivos de alto impacto y lograr la apropiación regional de la ciencia,
tecnología e innovación; sin embargo, no se vislumbra que los proyectos
financiados con estos recursos, en su conjunto, vayan a inducir la transformación
del Quindío.
En tercer lugar, hizo carrera el estilo de criticar y rechazar las
obras de infraestructura que la nación pretende construir en el Quindío, entre las
que están la doble calzada Calarcá - El Alambrado y la línea de transmisión
eléctrica a 230 Kv entre Santa Rosa de Cabal y Armenia, así como la concesión
del aeropuerto El Edén. Proyectos estos, que junto con el del túnel de La Línea,
sus viaductos y la doble calzada entre Ibagué y Calarcá, constituyen estratégicas
iniciativas que deberíamos aprovechar negociando con el gobierno nacional obras
complementarias que nos articulen a los proyectos mencionados y aumenten las
posibilidades de atraer inversiones productivas.
En cuarto lugar, la importancia que revisten las obras del proyecto de
“Ciudades Amables” pierde puntos ante la demora en la construcción de las
mismas. A este proceso va ligada la recuperación de aceras y del espacio
público, en especial en el centro de la ciudad, cuya promesa de parte de la
Alcaldía de no permitir la ocupación de los andenes reconstruidos empieza a convertirse
en una nueva frustración a juzgar por lo sucedido con las vendedores ambulantes
en las últimas semanas sobre las carrereas 16 y 17, y qué decir de la invasión
de carreteas con frutas y verduras sobre la carrera 18, situación que hecha por
la borda buena parte de los beneficios que persigue “Ciudades Amables” y lo que
se pregonó con la mentada Placita Cuyabra. Sólo queda esperar que esta ola de invasión
del espacio público no esté relacionada con las campañas políticas que recién
empiezan.
En quinto y último lugar, está el inicio del proceso electoral para el congreso
con muchas candidaturas escogidas bajo las mismas intrigas y arreglos de años
anteriores y no pocas campañas políticas carnavalescas que reparten en
diciembre aguinaldos baratos y en enero cuadernos y lápices por doquier a
cambio de que los padres de familia comprometan su voto por un determinado
candidato, pues así es que entendemos y practicamos la forma de hacer
política.