Armando Rodríguez Jaramillo
Armenia (Quindío - Colombia), 7 de noviembre de 2013
“Caen tres jóvenes dedicados al crimen en Montenegro y Circasia” fue un titular
de La Crónica el pasado 29 de octubre. La noticia daba cuenta que adolescentes entre
17 y 18 años, conocidos con los alias de Foquita, Nucita y Tavo, fueron
capturados por la policía acusados de haber participado en más de 10
homicidios. Al momento de la detención portaban dos armas de fuego, varios
cartuchos, una granada de fragmentación y dos kilogramos de marihuana. Por todo esto, deberán responder por
los delitos de fabricación, tráfico o porte de armas de fuego y municiones y
fabricación, tráfico o porte de estupefacientes, hurto, extorsión y homicidio.
El comandante de la Policía, según el informe, dijo “A pesar de sus cortas edades este menor y estos dos
adultos ya cuentan con un alto prontuario delictivo y gran experiencia en el
mundo del hampa, […] luego de que
señalaban a la persona a la que le iban a dar muerte elegían quien lo haría a
través del juego conocido como el cara y sello”.
Estos son síntomas indiscutibles de una sociedad enferma. Aquí no
necesitamos de estudios que nos digan que estamos mal. Esto no se soluciona con
consejos de seguridad ni con aumentar el pie de fuerza en la ciudad.
Más bien preguntémonos por un momento dónde pasaron sus infancias estos
jóvenes, ya que sabemos que sus adolescencias transcurrieron en medio del
crimen. ¿Cómo fueron sus grupos familiares? ¿Cuál fue la historia de sus
padres? ¿En qué barrios crecieron? ¿Cuántos años de escuela y colegio cursaron?
¿A qué edad probaron el alcohol, la marihuana o las drogas? ¿Su primer delito
lo cometieron a los 10, a los 11 ó tal vez a los 12 años? ¿Quién los inició en
el mundo del hampa y el narcotráfico? ¿Quién les proporcionó la primera arma y
dónde consiguieron el arsenal que tenían?
Esta sociedad enferma no puede sentirse segura con la captura de estos
tres muchachos criminales, púes la delincuencia se incuba y se reproduce en las
familias excluidas y en los barrios marginados de esta ciudad donde a diario se
levantan miles de jovencitos que crecen en las mismas condiciones en las que lo
hicieron Foquita, Nucita y Tavo.
Es insostenible que las autoridades sigan actuando sobre los síntomas de
una enfermedad social que nos carcome y no sobre las causas que originan esta
degradación que lleva a la perdición de nuestros niños y adolescentes. Entre más
pronto nos demos cuenta que este modelo económico y político que privilegia la
desigualdad y la exclusión no es viable, más rápido empezaremos a caminar el
largo camino de la recuperación social.
Ayer el mismo diario informó que la policía capturó a dos extorsionistas
de 18 y 20 años de edad…