Armando Rodríguez Jaramillo
Armenia (Quindío - Colombia), 11 de noviembre de 2013
En la alcaldía de Álvaro Patiño Pulido, durante el proceso de reconstrucción
del centro de Armenia luego del terremoto de 1999, se concibió la
peatonalización de la carrera 14 conocida de antaño como la “Calle Real”. Años
más tarde, siendo alcalde David Barros Vélez, esta idea se materializó entre la
Plaza de Bolívar y el Parque de Sucre con un diseño inspirado en el beneficio
del café gracias al ingenio de varios arquitectos quindianos, proyecto que bajo
el nombre de “Centro Comercial de Cielos Abiertos” mereció en 2008 el premio
en la categoría de recuperación del espacio público durante la XXI Bienal de
Arquitectura.
Esta
iniciativa, que renovó el centro de la ciudad, recuperó el espacio público para
el disfrute ciudadano y aportó de forma significativa a la reactivación comercial
de una de las más emblemáticas vías de Armenia, transformándola en sitio
obligado de propios y visitantes para pasear e ir de compras. Es sin duda
alguna, un digno ejemplo de recuperación urbana que le dio nueva vida diurna y
nocturna, de domingo a domingo, a la zona centro.
Con
entusiasmo se creó una junta de dolientes garante de un pacto ciudadano con el
concurso de comerciantes, autoridades civiles y de policía, y representantes de
empresas de servicios públicos, todos ellos bajo la coordinación de la Cámara
de Comercio de Armenia. Se hicieron jornadas de cultura ciudadana para que nos
apropiáramos del sector, se convino no
aceptar que la 14 fuera invadida por vendedores ambulantes, se dispuso de vigilancia
permanente de la policía, la empresa Enelar se comprometió a mantener en buenas
condiciones el alumbrado público y EPA a prestar el servicio de aseo con
especial celo, y el municipio a hacerle mantenimiento al mobiliario urbano,
jardines y zonas verdes. De esta forma todos aportaron para que el centro
comercial de cielos abiertos funcionara de maravilla.
Pero el tiempo pasó y los ánimos cívicos se relajaron. Los vendedores
ambulantes poco a poco fueron colonizando las esquinas con termos llenos de
tinto, ventas de CD con equipos de sonido, asaderos de arepas y chuzos, comercio
de frutas, venta de minutos, ofrecimiento de planes de servicios de celular y
de televisión por cable; llegaron los mimos, los conjuntos musicales y las estatuas
humanas; las llamadas tribus urbanas también
reclamaron su lugar y los ciclistas y patinadores hicieron de la peatonal su pista
de diversión.
Y mientras pulula esta anarquía, reina la inseguridad, los daños y
saqueos al mobiliario urbano son evidentes, se destruyen impunemente las
columnas del alumbrado público, muchas de las luminarias de piso y las rejillas
de drenaje originales fueron levantadas y taponadas con cemento, el desaseo es el
común denominador al punto que son varios los sitos usados como acopio de
basuras en la noche y como orinales públicos, los conductores y motociclistas
que atraviesan la 14 por las calles no respetan al peatón y no son pocos los indigente
que deambulan y amanecen en las puertas de locales comerciales, sobre todo en
cercanías de la plaza de Bolívar.
El proyecto nacido como una propuesta durante el proceso de construcción
de Armenia, aquel que se pensara para recuperar el centro de la ciudad, ese que
fue reconocido por una Bienal de Arquitectura en la categoría de recuperación
del espacio público, el que motivó el espíritu cívico a través de un pacto
ciudadano para velar por su conservación, terminó por deteriorarse de forma
evidente en tan solo un lustro, sin que su lamentable estado conmueva a las
autoridades civiles y de policía de la Ciudad Milagro ni a una sociedad indolente
que dista mucho de tener cultura ciudadana.