Armando Rodríguez Jaramillo
Armenia (Quindío - Colombia), 28 de noviembre de 2013
Las cifras reveladas hace pocos días sobre la violencia al interior de las familias son realmente alarmantes y constituyen el reflejo de una sociedad enferma. Esta es la conclusión a la que se llega luego de conocer el informe de la Defensoría del Pueblo en el Quindío donde se afirma que en lo que va corrido del año van radicados 990 casos de violencia intrafamilar sin que sepa realmente cuantos casos no fueron denunciados por las víctimas.
Pero los datos no dejan de horrorizar, pues el 80% de estas agresiones
fueron contra mujeres, a lo que se le debe sumar 172 denuncias por abuso sexual
también contra las mujeres, la mayoría de ellas menores de 14 años de edad. Y
más desolador aún es que este tipo de agresiones y abusos son causados disque
por el compañero sentimental o por las personas con quienes se convive bajo el
mismo techo, es decir que la mayor parte de estos delitos provienen de su
propio núcleo familiar.
Los informes dan cuenta que las causas de estos ataques son la ira, los
celos, el alcohol y las drogas; y que estos antisociales agreden a las mujeres
y niñas de su propia familia con armas cortopunzantes (léase cuchillos,
navajas, chuzos y cosas similares), elementos contundentes (léase palos,
varillas, macanas y todo lo que sirva para golpear con fuerza) y con amenazas
(estrategia efectiva para causar miedo mediante demostraciones de fuerza física
o abusando con echar de la casa y desproteger económicamente a la víctima).
Esto, que es para leer y no creer, es la patología de una enfermedad
social que nos carcome desde adentro, al interior de nuestras familias. ¿De
dónde acá podremos decir que somos un pueblo civilizado si los que se creen más
hombrecitos les da por agredir y abusar sexualmente de sus esposas e hijas
menores de edad? Si bien estos son criminales que hay que castigar con toda la
contundencia legal, son a su vez la muestra de una familia agonizante en una
sociedad deshecha e indiferente.
La situación descrita no se soluciona con un llamado a las autoridades,
con atención médica y sicológica a las víctimas, con la denuncia, captura y
castigo de los responsables, actuaciones que a todas luces se deben hacer, pues
este mal, incrustado en muchos hogares, cada vez que sucede desata noches de
horror y de espanto en muchas casas de puertas para adentro en las que un
“macho machote” intimida y abusa dizque de sus seres queridos. ¿Qué podrá haber
en la mente de un sinvergüenza y desalmado que es capaz de atentar contra su
propia familiar?
Si sigue procediendo sobre las denuncias que se hacen y sobre
estadísticas frías, se continuará reaccionando sobre hechos pasados actuando
luego de que el agresor o violador de mujeres y niñas hizo de las suyas. En
esto hay que cambiar la estrategia, pues las víctimas cuando denuncian, si es
que lo hacen, ya traen consigo los estragos sicológicos que les causó las
golpiza o los abusos sexuales recibidos, debiendo cargar para siempre con esta
secuela y con la necesidad de reconstruir lo que queda de su familia y de su
vida. De igual forma, cuando el Estado actúa sobre denuncias y dispone de todo
un aparato de atención en salud y acompañamiento sicológico, protección familiar
y largos procesos judiciales, lo que termina haciendo son acciones reparativas
y nada más.
¡Qué desgaste y qué miopía el seguir actuando así! Cuándo entenderemos
que debemos volver a la educación para formar ciudadanos y sociedad como medio
para prevenir estas patologías de la violencia intrafamiliar. Cuándo será que
nos daremos cuenta que tenemos que repensar la sociedad y construir familia.
Cuándo será que recuperaremos eso que alguna vez llamamos principios y valores.
Cuándo veremos un Estado celoso por la formación de nuestros niños controlando
de forma eficaz tanta basura cargada de violencia que se pasa por medios de
comunicación como la televisión. Cuándo será que volveremos a tener relaciones
de vecindad para reaccionar cuando algo anormal pasa en la casa de al lado.
Cuándo será que vamos a invertir más en educación que en armas. Cuándo será que
vamos a procurar un empleo digno que asegure el sustento familiar. Cuándo será
que vamos a tomar la determinación de actuar sobre las causas que destruyen
nuestra familia y sociedad y no sobre el facilismo de esperar que exista una
denuncia para proceder.