Armando Rodríguez Jaramillo
Armenia (Quindío - Colombia), 01 de diciembre de 2013
Culminó esta semana la edición LXXIX del Congreso Nacional de Cafeteros, uno de los más esperados por los caficultores y por el país agrario en general, por cuanto en él estaban puestas las esperanzas de cambio y de relevo de parte de la dirigencia gremial.
Los resultados del congreso, según la Federación
Nacional de Cafeteros, fueron:
1. “La
primera gran conclusión es que el gremio tiene una Federación vigente y muy
representativa…”. Esta conclusión parece ignorar los inconformismos evidentes
de numerosos cultivadores, que agrupados en movimientos como “Dignidad
Cafetera”, paralizaron el país entre el 25 de febrero y 8 de marzo de 2013
obligando al Gobierno a firmar acuerdos para levantar las protestas que en su momento
fueron rechazadas de la misma Federación.
También se anunció que “Colombia debe seguir trabajando por la alta calidad del grano, de la
especie Arábica…”, lo cual reafirma la negativa de la Federación a cultivar
otras variedades de café posicionadas en el mercado mundial y ratifica la tesis
de mantener la calidad para vender café más caro. Pero como los negocios
sobreviven por la rentabilidad que ofrezcan y no por producir un grano de buena
calidad que el mercado paga a bajo precio, la Federación debería aclarar si por
mantener la calidad entiende seguir vendiendo café verde en grandes volúmenes (commodities)
recibiendo una modesta prima por encima del precio de bolsa, sobreprecio que no
le alcanza al caficultor para que su negocio sea rentable, o pretende producir
un grano de calidad enmarcado en el concepto de cafés especiales y cafés
diferenciados transados por fuera de bolsa, participando como proveedores de
tiendas especializadas y en el negocio de la transformación del café de calidad
con valores agregados de alta rentabilidad. Como nadie va a refutar que el
objetivo sea producir un grano de calidad, esta conclusión es ambigua mientras
no se concrete a qué le apunta la Federación cuando habla de mantener la
calidad.
2. La segunda conclusión es que “Colombia cuenta con una institución sólida y
de calidad, que contribuye a la competitividad de su caficultura”. La
solidez de una institución gremial depende de qué tan vocera es de los
intereses de sus agremiados y de cómo interpreta el negocio en el que compiten
sus asociados para que éste sea rentable. Bajo este esquema, la Federación, más
allá de los méritos que la historia le reconoce, debe mirar su papel como representante de los
intereses de los caficultores, del cual salió maltrecha luego de los paros y
protestas suscitados por un gran número de cafeteros que por primera vez sintieron
que no estaban representados por la FNC; también es procedente que revise cómo es
que entiende la competitividad, pues no es creíble afirmar que la organización
contribuye a la competitividad cuando en la práctica navegamos en una crisis
sectorial con la pérdida continua de ingresos del caficultor desde la ruptura
del pacto de cuotas en 1989.
3. Una tercera conclusión se refiere a la “visión de futuro del gremio” mencionando
ocho puntos que ha venido trabajando con los comités de cafeteros y que no
fueron explicados. Si bien el boletín hace hincapié a la mejora de la productividad
en las fincas y al trabajo articulado con el gobierno, vuelve y juega la
necesidad de definir el concepto de competitividad, pues no tiene sentido
mejorar la productividad en las parcelas cuando el precio pagado por el grano
genera pérdidas, pues la competitividad implica participar en un negocio
rentable.
No estuvieron ausentes los reclamos al
gobierno para que mejore las carreteras rurales, modifique la legislación
laboral para abaratar los costos de la mano de obra (lo cual podría llevar a la
disminución del ingreso del trabajador rural
en subsidio del caficultor dueño de la tierra), modifique la tasa de
cambio y se aprovechen las regalías en zonas cafeteras.
No podía quedar por fuera lo relativo al
programa de Protección al Ingreso Cafetero conocido como PIC, que no es más que
un subsidio para cubrir las pérdidas de los caficultores. El Ministro de
Hacienda, Mauricio Cárdenas Santamaría, anunció que para 2014 se asignará un
billón de pesos del presupuesto de la nación para mantener esta ayuda directa
al precio que se paga al agricultor por el grano de café, anuncio que era de
esperarse pues el gobierno no va a correr el riesgo de un nuevo paro cafetero
en plena campaña por la reelección presidencial. La gran duda que queda en el
ambiente es hasta cuándo se prolongarán los subsidios y qué pasaría con el PIC
si el monto anunciado no alcanza para subsidiar toda la producción cafetera
nacional en aumento y los precios no mejoran.
Y como siempre, los dirigentes cafeteros
insistieron en mantener las ayudas del gobierno mientras se mantengan los
precios bajos (¿por cuánto tiempo se mantendrán?), en la refinanciación y
condonación de las deudas y en control a los precios de los fertilizantes, sin
que se mencionara, al menos públicamente, a la Comisión Estratégica para la
Competitividad de la Caficultura Colombiana instalada por el gobierno a mitad
de 2013 para transformar el sector.
Al final uno se pregunta: ¿de qué sirvió el congreso cafetero?, pues al ver las conclusiones que la Federación publica en su portal
de internet, poco o nada hubo que le apuntara a las expectativas de cambio de
un sector al que se le agotó el tiempo para reinvertarse.