Empresas de familia

El 86,5% de las empresas en Colombia son empresas de familia (Confecámaras)

 Esta cifra, nada despreciable, valida el papel trascendental que juegan las empresas de familia en la producción de bienes y servicios, creación de riqueza y generación de empleo en la economía nacional.

Las sociedades de familia, que según la Guía Colombiana Gobierno Corporativo son aquellas donde el “Máximo Órgano Social o Máximo Órgano de Administración están presentes o representadas por personas naturales que estén ligadas entre sí por un grado de parentesco hasta el cuarto grado de consanguinidad, único civil y tercero de afinidad, que en su conjunto controlen la sociedad”, constituyen importantes modelos de negocio que merece ser observado en razón a que por su naturaleza son vulnerables a conflictos societarios y problemas de sucesión dada la dualidad de intereses que las afectan.

Aunque no se cuenta con datos sobre el total de este tipo de empresas en el Quindío, las estadísticas indican que en el mundo cerca del 80% de las empresas son de familia por lo que su número en la región debe ser alto y por ende su impacto en la generación de ingresos y empleos.

En la vida real las sociedades de familia formales e informales enfrentan enormes retos. El refranero popular dice que las empresas de familia las fundan los padres, las acaban los hijos y las venden los nietos, aforismo confirmado por estadísticas que señalan que sólo el 30% de ellas sobreviven hasta la segunda generación y cerca del 13% llega a la tercera generación.


El doble rol de ser familia y empresa.

Estos negocios por lo general tienen su origen en el fundador o cabeza del núcleo familiar que en algún momento de la vida decide emprender un negocio. Con el tiempo la empresa y los hijos crecen y aparecen los primeros desafíos, pues por lo general estos, luego de pasar por la universidad, desean poner en práctica lo aprendido. Al querer hacerlo es común que cuestionen a sus padres por la forma de administrar la empresa lo que puede llevar a conflictos entre generaciones. Otras veces se dan distanciamientos y desacuerdos entre parientes que se trasladan a la empresa para demostrar quién tiene el poder o la razón.

 Además, a falta de una cultura societal, suele haber carencia de accionistas formales, ausencia de gobierno corporativo (asamblea general y juntas directivas), falta de auditorías y gerencias y cargos de dirección heredados que poco a poco socavan la confianza la familiar y originan disputas y rupturas. Esto sin considerar los inmensos desafíos que enfrenta una empresa cuando su fundador fallece o se retira y hay que decidir sobre su sucesión.

Estas consideraciones, que no son de poca monta, deberían ser tenidas en cuenta por instituciones públicas, privadas y académicas responsables del desarrollo productivo regional para que implementen estrategias de acompañamiento a este tipo de empresas y definan instrumentos de apoyo y mecanismos de capacitación en administración de negocios y solución de conflictos familiares-empresariales con el fin de fomentar la permanencia, consolidación y crecimiento de las sociedades de familia que tanto le han aportado al bienestar de la región.


Armando Rodríguez Jaramillo

@arj_opina / @quindiopolis