Manizales tiene lo que a Armenia le falta

A la izq., antigua Estación de Ferrocarril de Manizales. A la der., antigua Estación Armenia
 

Por: Armando Rodríguez Jaramillo

Manizales recibió el Premio ONU–Hábitat LATAM el pasado 25 de agosto que la reconoce como «la mejor ciudad para la vida», evento realizado en Guadalajara, México, con el fin de promover un encuentro entre gobiernos, empresas, sociedad civil y universidades de América Latina y el Caribe para construir, desde el diálogo y la colaboración, propuestas que fortalezcan la Agenda Urbana y los Objetivos de Desarrollo Sostenible [ODS].

Hábitat Latam es organizado por la ONU–Hábitat, dependencia de las Naciones Unidas que trabaja en más de 90 países con gobiernos, organizaciones de la sociedad civil, fundaciones, instituciones académicas y el sector privado, para reducir la desigualdad, la discriminación y la pobreza. ONU-Hábitat promueve la transformación en las ciudades y los asentamientos humanos a través del conocimiento, el asesoramiento sobre políticas públicas, la asistencia técnica y la acción de colaboración, para no dejar a nadie ni a ningún lugar atrás, con el fin de que las ciudades se conviertan en motores inclusivos y asequibles del crecimiento.

En esta ocasión se evaluaron miles de ciudades intermedias de Latinoamérica mediante un riguroso análisis basado en 85 indicadores alineados a los 17 ODS que incluyó factores como eficiencia en los servicios públicos, inclusión social y equidad territorial, innovación urbana y gobernanza y resiliencia climática y participación ciudadana, siendo la capital de Caldas la única ciudad colombiana entre las diez finalistas.

En el acto de entrega, Fernanda Lonardoni, Jefa de la oficina de ONU– Hábitat para la subregión de México, Cuba y Centroamérica, habló para decir que «es en las ciudades, en los barrios y en las comunidades donde se definen los grandes desafíos, y también las oportunidades, de nuestro tiempo: la equidad, la inclusión, el cambio climático, la cohesión social y el derecho a una vivienda digna, entre otros».

Por su parte, Karla Planter, rectora de la universidad de Guadalajara, sede del evento, indicó: «las ciudades que sienten son aquellas que escuchan a su gente, que aprenden de los datos y de la calle, que suman la voz de sus comunidades, la experiencia de las y los expertos y la visión de sus instituciones, para hacer de la vida urbana un lugar digno, humano y lleno de esperanza». En el acto también se habló sobre las ciudades que sienten, ciudades que son capaces de percibir las necesidades de las personas que las habitan y que encuentran soluciones entendiendo esas necesidades y poniendo al frente las vidas de las personas que impactan.

Estas intervenciones dan cuentan de la relevancia del Premio ONU–Hábitat LATAM, razones más que suficientes para que los manizaleños estén orgullosos de su ciudad. Ante semejante distinción, es hora de dejar de lado los regionalismos que han enfrentado a las capitales de los departamentos del Eje Cafetero para reconocer las bondades de «La Perla del Ruiz» construida como una ciudad moderna que conservó sus edificaciones patrimoniales sobre las laderas de la cordillera Central; una ciudad culta, innovadora y universitaria; una ciudad habitada por un pueblo amable y admirable.

De ahí que sea el momento de congratular a los manizaleños por tan importante distinción, pero también de hacer una profunda reflexión sobre nuestra querida Armenia agobiada por su deterioro vial, caótica movilidad, invasión del espacio público, pérdida del patrimonio, deficiente gestión ambiental, barrios subnormales, detrimento de su infraestructura social y menoscabo de la cultura y el civismo, a lo que se suma un modelo de administración pública con múltiples limitaciones para enfrentar los desafíos de la ciudad moderna, cosmopolita y metropolitana.

Deberíamos mirar hacia el Cumanday como quien hace un benchmarking de ciudad con el propósito de identificar mejores prácticas de diseño, construcción y administración urbana y adaptarlas a nuestro propio municipio acortando así la curva de aprendizaje. Sin duda que mucho ganaríamos si la alcaldía de Armenia visitara la de Manizales para conocer sus logros y experiencias.

Finalmente, a manera de reflexión sobre lo que tiene Manizales y que a Armenia le falta, quiero comparar las antiguas estaciones del ferrocarril de las dos ciudades dejando que el lector saque sus propias conclusiones. La Estación del Ferrocarril de Manizales fue construida con un estilo neoclásico por la empresa estadounidense Ulen & Co., entre 1926 y 1928. En 1979 fue restaurada por la Universidad Autónoma de Manizales y adecuada como una de sus sedes, y luego declarada Monumento Nacional y Bien de Interés Cultural en 1984 y 1996 respectivamente. El edificio de la antigua estación se encuentra en excelente estado de conservación rodeado de zonas verdes y senderos peatonales, además de avenidas y vías que lo integran a la ciudad.  Este lugar es un atractivo y hermoso centro universitario dedicado a la cultura y educación que es frecuentado por centenares de jóvenes ávidos de conocimiento.


Por su parte, la Estación Armenia fue construida con estilo republicano entre 1927 y 1930 por el arquitecto italiano Antonio Bernardi De Fina, edificio declarado Bien de Interés Cultural en 1996. La estación, sus bodegas y su entorno se encuentran en total abandono hace varios lustros a pesar de conocerse como el «Centro Cultural Metropolitano La Estación». Si bien allí funciona una biblioteca pública, el Museo de Arte del Quindío [Maqui] y la Secretaría de Tránsito de Armenia, los patios del antiguo ferrocarril son un cementerio de carros y sus malolientes alrededores son frecuentados por personas en lamentable estado de enajenación social en medio del abandono y la adicción a las drogas que hacen del sitio uno de los más peligrosos de la ciudad.


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