Del vagón salieron señales de humo

 

«El incendio de aquel vagón envió señales de humo que hablaron del abandono en el que están los bienes de interés público y dijeron que la conservación del patrimonio nos quedó grande».


Al caer la tarde del 23 de noviembre se supo del incendio del vagón ubicado en la glorieta del sector de La Cejita del cual señalaron como posibles responsables a los habitantes en condición de calle que por allí merodean, población a la que se le atribuye la inseguridad del lugar. Pero, lo cierto es que de aquel destartalado vagón salieron señales humo que le dijeron a la ciudad el estado de abandono en el que se encuentra su patrimonio. Sin duda ese coche, que ahora es refugio y punto de encuentro de personas caídas en la desesperación, el desabrigo y la adicción a las drogas, nos recuerda tiempos idos de cuando los extintos Ferrocarriles Nacionales operaban trenes de pasajeros con mullidos asientos, amplios pasillos y salones comedores.

Pero el verdadero mensaje de esas señales de humo fue decirnos que, a pocos metros de allí, a pesar del abandono y deterioro, sobrevive la antigua estación ferroviaria. En el libro Armenia enclave exportador de café 1927–1959 [MinCultura, 2016] de Gonzalo Alberto Valencia, Miguel Ángel Rojas y María Eugenia Beltrán, se lee que el tren del Ferrocarril del Pacífico llegó a Armenia el 24 de abril de 1927 y que, tres años después, el 14 de octubre 1930, se inauguró la Estación, la cual fue «diseñada por el ingeniero Alfredo Vásquez Cobo, gerente de Ferrocarriles Nacionales. La construcción de la infraestructura fue asignada al ingeniero constructor italiano Antonio Bernardi. La obra blanca, decoración y ornamento la desarrolló el arquitecto Mauricio Ramelli». Este edificio y las bodegas que sirvieron para almacenar el café y la carga que se movía entre Armenia y el puerto de Buenaventura funcionó como una terminal intermodal que impulsó el progreso y transformó la ciudad convirtiéndola en un importante centro de trilla y de exportación de café por más de cincuenta años.

En el documento Armenia patrimonial [Fundación Territorio Quindío, 2013], Martha Lucía Usaquén Ramos escribió que, mediante la Resolución Nº 01 del 31 de enero 1989 del Consejo de Monumentos Nacionales, la estación fue declarada como parte del patrimonio histórico y artístico de la nación con el propósito de contribuir a su preservación y como homenaje a la ciudad en su centenario; luego, mediante el Decreto 746 del 24 de abril de 1996 fue declarada, junto con el conjunto de estaciones ferroviaria del país, como bien de interés cultural del ámbito nacional. Esta importante construcción estilo republicano fue restaurada entre 1996 y 2001 por los arquitectos quindianos Juan Carlos Olivares y Juan José Botero con el fin de poner en valor e integrar tan importante unidad arquitectónica al desarrollo del Quindío. Sin embargo, la terminal ferroviaria lleva aproximadamente tres décadas abandonada bajo el rimbombante nombre de Centro Cultural Metropolitano la Estación, pese a los esfuerzos del Museo de Arte Moderno de Armenia y del Quindío – MAQUI, así como a la presencia de la Biblioteca Municipal. En definitiva, este lugar es como un agujero negro que autoridades y ciudadanos quieren evitar.

Aquellas señales de humo también nos recordaron que al norte de la ciudad hay otra glorieta llamada Alfredo Vásquez Cobo [1869-1941] en honor de quien fuera el diseñador de la Estación de Armenia y ministro de Guerra y de Relaciones Exteriores, sitio donde hace más de dos décadas se instaló una monumental locomotora que según Usaquén Ramos es «[…] la segunda locomotora a vapor o vaporina que llegó a la Estación del Ferrocarril de Armenia y que hace parte de un conjunto de 59 existentes en el país. En 1987 fueron declaradas Bienes de Interés Cultural por el Consejo de Monumentos Nacionales, para garantizar legalmente su protección y propiciar los mecanismos para su recuperación, ya que muchas de estas máquinas superan los cien años. La 70 [número que tiene la locomotora en su parte frontal] fue restaurada hace muchos años gracias a los buenos oficios de la “Fundación Todos por Armenia”» que lideró el ingeniero Ramón Jairo Gómez (q.e.p.d) con un grupo de personas cívicas.

Incomprensiblemente la Estación del Ferrocarril y la locomotora la 70, que imponente arrastró durante el siglo pasado vagones de pasajeros y de carga por estaciones y trochas del Ferrocarril del Pacífico, y que le fueron entregadas a la capital del Quindío como Bienes de Interés Cultural de la Nación, hoy gozan de indiferencia colectiva, sentimiento que a mi parecer también se tiene con el edificio del Museo del Oro Quimbaya Centro Cultural de Armenia diseñado por el arquitecto Rogelio Salmona (París, 1929 – Bogotá, 2007) y que es Bien de Interés Cultural de la Nación, pues no de otra forma se puede entender la apatía de la administración municipal, que luego de la inversión hecha por el Banco de la República para restaurar el edificio y reabrir el museo, no ha emprendido la renovación urbana del sector ni recuperado la locomotora la 70 [que se halla en lamentable estado y con grotescos grafitis en su exterior] como un gesto de agradecimiento con el Banco, lo que mejoraría el entorno y haría del lugar una imponente puerta de entrada a la ciudad.

En conclusión, el incendio de aquel vagón envió señales de humo que hablaron del abandono en el que están los bienes de interés público y dijeron que la conservación del patrimonio nos quedó grande.

 Nota: Foto tomada de La Nueva Crónica del Quindío


Armando Rodríguez Jaramillo

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