Otto D Greiff y Gabriel Antonio Goyeneche |
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no hay duda de que fue un personaje que estuvo rodeado de ese realismo mágico del
que habló Gabo en sus novelas».
Por estos días de intensa actividad política recordé a Goyeneche, candidato sui géneris a la presidencia de la República que participó en las elecciones de 1958 a 1974 y que con el tiempo se ha perdido entre las brumas de la política nacional. Sin embargo, algo me late que en las últimas décadas han existido por esta comarca individuos parecidos, no tanto por su persistencia, sino por sus ocurrencias.
Aún tengo en la memoria un domingo de 1970 en plena temporada electoral para las presidenciales del último gobierno del Frente Nacional, cuando mi padre nos llevó al viejo estadio San José de Armenia para ver al Atlético Quindío. De pronto, en el entretiempo, apareció un señor mestizo de cara bonachona y de edad madura. Vestía camisa blanca de manga larga, pantalones de paño oscuro que terminaban en valenciana y zapatos negros como de charol, al tiempo que llevaba en sus manos volantes tamaño media carta con propuestas singulares, sujeto que al pasar dejaba tras de sí un cuchicheo bulón y mordaz propio de aquellos que son incapaces de decir con franqueza lo que piensan.
Al verlo, mi padre dijo: «Hijos, ese señor es
Goyeneche, el candidato vitalicio». En aquel momento, a mis doce años, quedé
con la mirada fija en ese hombre que era como una metáfora andante y cuya
figura se iba desvaneciendo entre los hinchas del Quindío. Tiempo después, en
1976, radicado en Bogotá para cursar estudios universitarios, caminando un día
cualquiera por el parque Santander, encontré a Goyeneche discurseando en medio
de un corrillo como de cinco personas. Dos años más tarde, el 25 de febrero de
1978, el candidato de siempre era llevado de urgencias al hospital de La Hortúa
luego de ser arrollado por un vehículo taxi, allí murió a causa de las heridas y
de una desnutrición crónica que lo aquejaba.
Al
verlo, mi padre dijo: «Hijos, ese señor es Goyeneche, el candidato vitalicio».
Gabriel Antonio Goyeneche, que nació en Socha (Boyacá) en 1918, fue maestro en la Normal de Tunja, estudió cuatro semestres en la Escuela Nacional de Comercio e hizo estudios parciales de derecho en la Universidad Nacional en cuyas residencias vivió por algún tiempo. En 1958 se lanzó como candidato a la presidencia por del Movimiento Revolucionario Liberal (MRL) que dirigía Alfonso López Michelsen obteniendo 12 votos, lo que hizo que llamara a sus electores los doce apóstoles. Referencia bíblica a la que volvió a recurrir cuando en 1974, año de su última campaña presidencial, sacó 33 votos, aduciendo que esa fue la edad a la que había muerto Cristo y que, por eso, él había sido sacrificado frente a los demás candidatos, elecciones que curiosamente ganó López Michelsen. En las votaciones de 1962, sacó 39 votos; en la de 1966, cuando se dice que sufrió de diarrea al momento de depositar el sufragio, obtuvo su máximo guarismo con 2.652 votos; también participó en los comicios de 1970.
Sus campañas generalmente las hizo en lugares tradicionales de Bogotá como los cafés del centro y en sitios como la plazoleta del Rosario y el parque Santander, la avenida Jiménez y los alrededores de la plaza de Bolívar, además de la Universidad Nacional y los alrededores de La Candelaria. Algunos dicen que vivía de imprimir volantes con sus propuestas que vendía en la calle a cinco centavos.
Al doctor Goyeneche, como también le decían, le atribuyen cerca de 4.000 singulares propuestas de campaña entre las que se cuentan: pavimentar el río Magdalena para mejorar el transporte para lo cual solo habría que agregar cemento pues la arena y el agua estaban en el río, techar a Bogotá con una marquesina para protegerla de las lluvias o que la fuerza aérea bombardeara la nubes antes de que lleguen a la ciudad para que deje de llover, desarrollar un proceso químico para convertir la chicha en champaña y exportarla, echar anís a los ríos para que la gente pudiera tomar aguardiente gratis y hacer las carreteras en bajada para ahorrar combustible.
Javier Forero, en el artículo El candidato presidencial que prometió ponerle techo a Bogotá (El Tiempo, 24-01-2023 - https://acortar.link/e1UOCL), escribió lo siguiente sobre una novedosa propuesta del personaje de marras para acabar con la pobreza: «Para hacer un rico cada día en cada cuadra, a diario se escogerá un individuo pobre que habite en una manzana de la ciudad. Los demás habitantes, sean quienes fueren, le darán al seleccionado un peso. Así el desdichado compatriota saldrá de sus necesidades inmediatas. Al día siguiente otro será el favorecido con el peso general y con el tiempo todos seremos ricos por igual».
Siempre se dijo de Goyeneche que era buen
lector y hábil de palabra. Sin embargo, no hay duda de que fue un personaje que
estuvo rodeado de ese realismo mágico del que habló Gabo en sus novelas. A
veces, al ver a esos políticos en campaña que prometen de todo y no cumplen
casi nada, pienso en su singular figura y en sus descabelladas ideas. También
lo hago cuando observo que algunos gozan de una credibilidad semejante a la que
inspiró Goyeneche aquel domingo de 1970 en el estadio San José al entregar
volantes, pues muchos sabían de él, pero pocos se interesaban por su
presencia y sus propuestas, mientras que otros tan sólo querían murmurar con
sorna.
Nota: En la foto Gabriel Antonio Goyeneche y Otto D Greiff (Tomada de Bogotá Histórica: @Historiabogota)
Armando Rodríguez Jaramillo
Correo: arjquindio@gmail.com
/ X: @ArmandoQuindío / www.quindiopolis.co
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