Quindío, demografía y futuro



«Es evidente que nuestra población menor de 14 años viene en descenso y que esto traerá implicaciones en la próxima década».

 

La estructura poblacional ha sufrido cambios relevantes que obedecen a múltiples factores, entre los que se pueden listar: la creciente participación de la mujer en el mercado laboral y su decisión de postergar la maternidad, la decisión de numerosas parejas de no tener hijos o de solo tener uno a diferencia de las familias de los años sesenta y setenta que tenían cuatro y cinco hijos, y el aumento de la longevidad gracias a mejores condiciones de vida.

Estos y otros factores llevaron a que la pirámide demográfica, integrada por grupos de edad por quinquenios (0 a 5, 5 a 9, 10 a 14, etc.) donde las barras de menor edad se ubican en la base de la pirámide y las de edades más avanzadas en la parte superior, cambiara significativamente. De ahí que a una estructura poblacional con individuos mayoritariamente jóvenes le corresponda una pirámide de base ancha y ápice angosto. Por su parte, una poblacional madura tiende a mostrar menos cantidad de niños y adolescentes, pero más jóvenes y adultos en respuesta a una menor tasa de fecundidad y mayor supervivencia de población adulta, por lo que su pirámide disminuye en la base y se engruesa en la mitad. Y finalmente, la pirámide de una población con tendencia a envejecer tiene una base más angosta y un centro y cúspide más voluminosos debido una menor fecundidad y al aumento de población con edades por encima de los 50 años.

  

«Quindío es el departamento con mayor porcentaje de población adulta mayor»


Estas características las registrada el DANE en los censos de población y vivienda, insumos valiosos para que gobiernos, planificadores, universidades y grupos de investigación anticipen las consecuencias de las tendencias demográficas. Empero, no es necesario ser experto para comprender que departamentos como el Quindío están cambiando y que esto traerá consecuencias importantes. En el documento Personas mayores en Colombia, hacia la inclusión y la participación, del 19 de noviembre de 2021, el DANE señala que el Quindío es el departamento con mayor porcentaje de población adulta mayor con el 19,7%, seguido de Caldas y Risaralda con 19,3% y 18,4% respectivamente, en referencia los mayores de 60 años. En este mismo sentido, los resultados de los censos nacionales de población de 2005 y 2018 muestran cambios sorprendentes para el Quindío como se nota en los siguientes indicadores:

  • La población entre 0 y 14 años disminuyó de 27,9% en 2005 a 17,7% en 2018.
  • La población entre 15 y 64 años aumento 64,5% en 2008 a 69,5% en 2018.
  • La población mayor de 65 años aumentó de 7.6% en 2005 a 12,8% en 2018.

Es evidente que nuestra población menor de 14 años viene en descenso y que esto traerá implicaciones en la próxima década, pues si en los años transcurridos entre 2005 y 2018 disminuyó hasta representar el 17,7% de la población total, no quiero imaginar qué porcentaje representará en 2035 o 2040. Esto será relevante, por ejemplo, para tomar decisiones en educación, pues es probable que se presente una sobreoferta de aulas en la educación básica y media y que también disminuya la demanda por cupos para ingresar a la educación técnica, tecnológica y universitaria.

Por su parte, el aumento de la población entre los 15 y 64 años impulsado por el llamado bono demográfico que, si bien representa una nueva realidad, también crea una oportunidad para el desarrollo mediante una mayor inversión en educación y empleo al cambiar de forma favorable la dependencia entre personas en edad de trabar y personas dependientes (menores). En pocas palabras, al haber menos niños y adolescentes es de esperar que los recursos invertidos por familia en la educación de los hijos se orienten a pagar una mejor educación, mientras que una menor población en edad escolar y de colegio puede llevar a liberar recursos públicos que eran destinados a ampliar coberturas para direccionarlos a mejorar la calidad de la educación.

Por último, están los mayores de 64 años que vienen en aumento. La esperanza de vida en Colombia fue en 1980 de 66,9 años, en 2000 alcanzó 72,9 y en 2020 llegó a 77,4, tendencia similar a la de los países europeos que se sitúa alrededor de los 83 años. Esta realidad llama la atención porque esta franja poblacional se conserva en mejores condiciones físicas y mentales que antes, por lo que es necesario modificar esa percepción social de la vejez como una etapa del ciclo vital de declive, enfermedad y dependencia.

De ahí que el periodo productivo de los adultos mayores no termina con la edad de pensión, sino que se prolonga por varios años más. Esto, más que mirarlo como una competencia en el mercado laboral, permitiría aprovechar para la sociedad la enorme experiencia y conocimiento de los mayores al tiempo que sería una valiosa oportunidad de aprendizaje para la juventud. Así mismo, hay que valorar las nuevas necesidades de una población que demandará mejores servicios de salud y entretenimiento, espacios públicos urbanos y sistemas de transporte adaptados a nuevas realidades, productos de consumo y de alimentación adecuada, etc. En fin, es una economía en auge con oportunidades no imaginadas que se le conoce como economía de las canas o silver economía.

 

«Esto nos pone ante el desafío de avanzar hacia una economía basada en innovación, tecnología y productividad»


Esto cambios demográficos deberían motivar a que gobiernos, universidades y centros de pensamiento proyectaran para el Quindío un nuevo modelo de desarrollo para los próximos años. Hay que decidir si nos concentramos en promover una economía intensiva en mano de obra cuando los censos muestran que la población joven disminuye o creamos las capacidades necesarias para dar un salto hacia una economía del conocimiento en el escenario de la Cuarta Revolución Industrial.

Así las cosas, las cadenas de valor de productos agropecuarios y agroindustriales (café, plátano, frutales, ganadería), manufactureros (muebles, curtiembres, metalmecánica, confección, construcción) y de servicios (turismo, logística) no podrán depender de una mano de obra limitada. Esto nos pone ante el desafío de avanzar hacia una economía basada en innovación, tecnología y productividad. Pero para dar este salto, se precisa de una otra forma de pensar y de actuar por parte de gobernantes y dirigentes, se requiere de una transformación enorme de nuestras universidades y centros de desarrollo tecnológico, así como de nuevos conocimiento y modelos de negocios basados en aglomeraciones empresariales altamente eficientes y competitivas (clústeres) que conduzcan a la especialización inteligente del territorio.

 

Armando Rodríguez Jaramillo

Correo: arjquindio@gmail.com   /   Twitter: @ArmandoQuindio


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