«No existe razón alguna
para no votar cuando tenemos la oportunidad de decidir quién será nuestro próximo
presidente».
Nuestro país atraviesa por
momentos difíciles y complejos en medio de conflictos globales que no se vivían
desde la última guerra mundial, situaciones que nos obligan a echarle mano a
una buena dosis de inteligencia colectiva para delinear la ruta que hemos de
trasegar y de paso perfilar nuevos modelos de sociedad y desarrollo, además de otras
formas de entender la política.
A los que ya tenemos varios calendarios a cuestas y pertenecemos a la generación del baby boomers o de la explosión de la natalidad, a esos que nacimos entre 1946 y 1964 y que pertenecimos a familias numerosas en medio de un acelerado crecimiento urbano, nos tocó ver los horrores de la violencia partidista, el nacimiento y auge de movimientos guerrilleros, los avatares del excluyente Frente Nacional, la renovada ola del hipismo y la liberación, los aires revolucionarios de la izquierda latinoamericana representados en la Cuba de Fidel y los sueños del «Che» Guevara, el narcotráfico con su embate de terrorismo urbano, los magnicidios, la reforma constitucional del 91, la corrupción política y el clientelismo, el decaimiento de los partidos políticos tradicionales y también de los que les siguieron, los grupos paramilitares y de autodefensas, los desplazamientos forzados, el país urbanita, la polarización política entre izquierdas y derechas, el deterioro de las relaciones con los países vecinos, la consolidación de las élites y el crecimiento de las desigualdades, los caudillismos, los intentos por negociar procesos de paz, los carteles de las drogas y la minería ilegal, la pandemia, los bloqueos y paros y no sé cuántas otras cosas que se me escapan.
La historia de mi país es compleja y no puede ser interpretada a través de miradas reduccionistas, pues lo que ha pasado es multicausal y el dolor padecido es intergeneracional. Con el tiempo se acumularon sentimientos de iras y venganzas, se originaron decepciones que se juntaron con otras decepciones que a su vez sumaron más decepciones, se amontonaron resignaciones a medida que se apilaban promesas incumplidas que al final sembraron la idea que nada cambiaría.
«transitamos por un laberinto con un modelo político que se
desconectó de la sociedad y con una sociedad que se desenchufó del modelo político».
Todo indica que transitamos por un laberinto con un modelo político que se desconectó de la sociedad y con una sociedad que se desenchufó del modelo político. Hoy, por lo general, el político interactúa con el ciudadano a través de su propio proyecto y no como representante de un partido o de una ideología, situación que lo aleja de las cosas que le interesan a la gente. Entonces los partidos y movimientos se transformaron en una masa indiferenciada que muchos asocian con corrupción y clientelismo.
A todos nos corresponde hacer una juiciosa reflexión personal y de grupo para enfrentar el desafío de reparar y construir el país que queremos y el modelo de sociedad que anhelamos, así que no nos dejemos influenciar por la democracia encuestadora ni por las redes sociales que nos aproximan al estado de opinión y nos distraen del debate de los asuntos esenciales.
«Es cierto que nuestro país,
nuestra sociedad y nuestra democracia no son perfectas, pero
las tenemos y nos aportan un enorme capital social que debemos preservar y
acrecentar»
A pesar de las situaciones confusas, graves y caóticas que padecemos, tenemos un país extraordinario formado por variadas regiones y múltiples culturas, poseemos una sociedad que nos cohesiona, gozamos de identidad nacional y de sentido de pertenencia y además mantenemos un sistema democrático. Es cierto que nuestro país, nuestra sociedad y nuestra democracia no son perfectas, pero las tenemos y nos aportan un enorme capital social que debemos preservar y acrecentar, pues en medio del caos continental y global son un ingente potosí.
De ahí que nos asiste el deber de participar decididamente en las
elecciones que se avecinan. No es responsable con nuestras familias ni con la
sociedad ni con el país ser abstencionista. No existe razón alguna para no votar
cuando tenemos la oportunidad de decidir quién será nuestro próximo presidente.
De mi parte nunca he dejado de hacerlo y volveré a votar una y otra vez.
Armenia, 8 de marzo de 2022
Armando Rodríguez Jaramillo
arjquindio@gmail.com /
@ArmandoQuindio
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