Por Armando Rodríguez Jaramillo (arjquindio@gmail.com / Twitter: @ArmandoQuindio)
La sociedad moderna cabalga a un ritmo frenético sobre el corcel de la Cuarta Revolución Industrial (4RI) que tiene el poder de transformar como nunca la forma en que vivimos, trabajamos y nos relacionamos. Esta revolución, que también se conoce como industria 4.0, integra el mundo físico con el mundo digital a través de variadas tecnologías que ya hacen parte de la cotidianidad: inteligencia artificial, computación en la nube, internet de las cosas, análisis de masivo de datos y muchos otros términos que cuentan con el potencial de modificarlo todo y a todos.
Mientras que los países punteros y las empresas vanguardistas surfean sobre esta ola que gana altura y velocidad, hay regiones que se sienten seguras con estar fondeadas en puertos de aguas tranquilas sin reparar que la calma adormece y que las mareas y oleajes tienen la virtud de impulsar grandes transformaciones.
Y aunque Colombia está a la zaga de estas tendencias irreversibles, hay ciudades como Medellín donde su dirigencia comprendió que había que transitar hacia los paradigmas de ésta última revolución tecnológica, razón por la cual hace un par de lustros crearon a Ruta N e inauguraron el primer Centro para la Cuarta Revolución Industrial de Hispanoamérica en 2019 con el apoyo del Foro Económico Mundial y el compromiso de la institucionalidad pública y privada de la capital antioqueña. Como si fuera poco, en los últimos días se supo del nuevo campus universitario llamado la Ciudadela de la Cuarta Revolución y la Transformación del Aprendizaje (C4TA) en un área de 60.000 metros cuadrados con trece edificios independientes y capacidad para 8.000 estudiantes donde se ofrecerán programas de pregrado relacionadas con la cuarta revolución industrial bajo la administración de la Agencia de Educación Superior de Medellín -Sapiencia- y la participación de universidades, institutos tecnológicos, colegios y gobiernos locales.
Esta experiencia indica que la 4RI no es exclusiva de los EE. UU, Alemania, Gran Bretaña, Corea del Sur, China o Japón, y que países como Colombia y departamentos como el Quindío también pueden transitar por esta senda si deciden hacerlo. Muchos pensadores coinciden en que las grandes evoluciones inician cuando se cambia la forma de pensar y se abre la mente a otros horizontes y nuevos conocimientos portadores de disrupciones sociales, económicas, políticas y ambientales. En últimas, es mirar el mundo y el futuro de forma diferente y tener la osadía de transformar la realidad.
El desafío a enfrentar.
Sin duda que el camino a recorrer es sinuoso y con obstáculos, pero su andadura hay que hacerla lo antes posible. No perdamos de vista que nuestras agendas de desarrollo por lo general son de corto plazo y en ellas persisten determinantes de siglo XX, que el modelo educativo se resiste a cambiar o lo hace lentamente, que buena parte de las empresas aún son analógicas, que las universidades recién empiezan a transitar por los caminos de la industria 4.0, que la inversión con recursos públicos en I+D son escasos, que gobernantes y dirigentes aún no asumen de forma decidida el debate sobre los desafíos tecnológicos y que estos temas tienen poca repercusión en los medios de comunicación.
Y para los que creen que lo dicho son sólo ficciones y especulaciones, los invito a consultar informes de organizaciones multilaterales como el Foro Económico Mundial, OCDE, CEPAL y BID, que naveguen por los portales de las universidades más reconocidas o que busquen en internet para que observen el impacto que causa la Cuarta Revolución Industrial y la enorme rivalidad que genera entre los EE. UU y China por el liderazgo global.
Así que es hora de decidir si seguimos distraídos en debates insulsos o si decidimos otear el futuro y enfrentar los grandes desafíos que nos plantean la llamada sociedad del conocimiento y la economía del conocimiento. Pasar de un pensamiento analógico a un razonamiento digital será determinante para aprovechar nuestras opciones de futuro y alcanzar los niveles de bienestar que necesitamos.
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