Una propuesta necesaria

La exploración de futuros se hace desde el presente, desde el ahora, pero hay que empezar.


Hace poco un periódico local publicó el artículo «Prospectiva y concreción» donde Luis Fernando Polanía Obando (vicerrector de Extensión y Desarrollo Social de la Universidad del Quindío) lanza una desafiante pregunta: ¿Qué ha pasado con la prospectiva regional, remozada por cada administración, y las expectativas concretas de los ciudadanos? Con base en este cuestionamiento propuso «una bitácora desde la cual se construyan escenarios de bienestar y buen vivir en los cuales las brechas desaparezcan y difuminen ese no futuro que para algunos está presente», haciendo un llamado a organizaciones de base, academia, empresarios, gremios y gobiernos para que se comprometan en este propósito.

Esto me llevó a reflexionar sobre la dificultad que tenemos los quindianos para pensar en clave de futuro, tal vez porque históricamente siempre hubo quién se encargará de esto. Durante el siglo XX las tierras de la provincia del Quindío fueron cultivadas en café, apetecido producto de exportación cuyo comercio se hacía en el marco del Pacto Internacional del Café que distribuyó cuotas de mercado y definió cotizaciones. En este escenario los caficultores y la región gozaron de una actividad económica rentable que produjo excedentes para invertir en lo que los gobiernos locales y el Estado no hacían. Fue así como bajo el liderazgo del Comité Departamental de Cafeteros y la Federación se hicieron carreteras, acueductos, electrificación, telefonía, escuelas y puestos de salud y también proyecto de desarrollo que trajeron bienestar. En medio de esta prosperidad poca era la necesidad de pensar en futuro pues con el presente bastaba y sobraba. Luego vino la ruptura el Pacto (1989) de marras que desequilibró el estado de confort y llenó de nubarrones la caficultura y de incertidumbre el mañana.

Pero cuando apenas reaccionábamos a tamaña situación, nos sacudió el terremoto de 1999 que devastó viviendas e infraestructura básica y causó un impacto demoledor sobre el aparato productivo y las condiciones sociales del departamento. Sin embargo, hubo quién se encargó de la atención ya que el gobierno nacional a través del Fondo de Reconstrucción del Eje Cafetero (FOREC), con la ayuda de cooperación internacional y numerosas ONG a las que se les entregó porciones de territorio, dirigieron el proceso y decidieron qué se reconstruía y cómo se hacía.

Fue así como iniciamos el presente siglo sumidos en un ambiente de escepticismo sobre el futuro con una economía cafetera desgastada, una reconstrucción incompleta y un turismo con más de expectativa que de realidades tangibles, todo ello en medio de liderazgos confusos y crisis de gobernabilidad. En este escenario, dirigentes y gobiernos locales poco a poco descubrieron que era mejor pedir y exigir que construir un proyecto de departamento, por lo que fueron proclives a asumir el rol de agentes intermediarios ante el gobierno nacional quedando la región al vaivén del centralismo y del presupuesto de la nación.

En medio de esta sinopsis somera e inconclusa, el debate sobre el desarrollo, el bienestar y la calidad de vida en el Quindío quedó vacío de significado y de propuestas, oquedad que se ha hecho más evidente con las consecuencias que en lo social y económico causan el Covid – 19 y los recientes paros y protestas que reivindican un nuevo modelo de estado y sociedad. De ahí que se debería evaluar la propuesta que desde la Universidad del Quindío hace el ingeniero Luis Fernando Polanía para avanzar colectivamente en la construcción del futuro que queremos apalancados en nuestro excelente talento humano y las potencialidades de un territorio irrepetible. La exploración de futuros se hace desde el presente, desde el ahora, pero hay que empezar.

 

Armando Rodríguez Jaramillo

@arj_opina

arjquindio@gmail.com

 

 

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