Estado de abandono del monumento a los fundadores y sus alrededores en Armenia |
La recuperación de una ciudad como Armenia sólo será posible si la lidera un buen gobierno.
Cada que observo a Armenia desde La Línea o por la ventanilla de un avión la disfruto enormemente. Cómo no apreciar su singular topografía irrigada de quebradas, su río tutelar, su trazado urbano y sus entornos de verdes infinitos.
También me gusta caminar sus calles,
admirar sus parques, gozar su tranquilidad, aprovechar sus cercanías y
conversar en sus esquinas. Sin embargo, mucho me temo que algo ha cambiado en
mi ciudad, cambios que al principio fueron imperceptibles, suaves. Pero luego
esta metamorfosis se precipitó, no para pasar de oruga a mariposa que hubiera
sido lo ideal, sino para tomar los caminos de la ingeniería inversa.
Armenia perdió su encanto
Hoy la ciudad ya no tiene la magia y la fascinación de antes y su imagen acusa desgaste y abandono: muchas de sus calles están fracturadas y ahuecadas; en sus andenes deteriorados peligran ancianos, embarazadas y personas discapacitadas; la suciedad se apoderó de buena parte de sus espacios públicos; de sus zonas verdes no queda ni lo uno ni lo otro; la movilidad es caótica y cada cual tiene su propio código de tránsito; la invasión del espacio público se justifica en que éste es de todos y no es de nadie; la inseguridad es algo cotidiano que no aparece en los informes oficiales; los bienes públicos como bancas, muros, jardineras, señalización, semáforos, postes y luminarias se encuentran en lamentable estado; los monumentos y lugares patrimoniales sólo están en la memoria de los mayores; en fin, se ha posado sobre Armenia una espesa neblina que impide reconocer su propia realidad.
Para muchos las causas de esta situación están en el sistema educativo, en la pérdida del civismo, en la falta de identidad y sentido de pertenencia, en el egoísmo, en la politiquería, en la erosión del capital social, en la descomposición de las familias, en los malos gobiernos y en otras cosas más. Algunos dicen que esta situación de caos y abandono es un mal generalizado en el que todos tenemos la culpa y el deber de solucionarlo. En teoría esto es cierto, pues somos una comunidad con derechos y deberes, con responsabilidades compartidas.
Sin embargo, quiero hacer hincapié en dos situaciones. La primera, es que el interés público o bien común prima sobre los intereses particulares y de grupo, postulados sobre los cuales no hay unívocamente definiciones, pero sobre los que existen consensos sociales, políticos e institucionales contenidos en la Constitución y expuestos por pensadores e intelectuales como principios de la ética pública. La segunda, es el rol que le asiste a los gobiernos cuando una sociedad se desordena y sus entornos se degradan. Si bien los desequilibrios sociales e institucionales pueden ser consecuencias de malos gobiernos, las soluciones definitivamente deben ser acciones de los buenos gobiernos.
Decir que la culpa es de todos es socializar
las responsabilidades, posición cómoda para las autoridades que, teniendo el
deber de actuar no lo hacen y les sacan el cuerpo a sus obligaciones. A esto
apelan los gobiernos cuando afirman que la invasión del espacio público con
ventas ambulantes existe porque el ciudadano compra, que las calles están
sucias porque la genta tira basura en ellas, que hay trancones porque los
conductores no respetan las normas de tránsito, que hay inseguridad porque las víctimas
no denuncian, y así endosan el caos y el desorden a la comunidad que supuestamente
representan.
El buen gobierno.
De ahí que la recuperación de una
ciudad como Armenia, presa del deterioro generalizado, sólo será posible si la
lidera un buen gobierno que imparta orden donde hay caos, que tome decisiones que proteja el
interés público, que fomente la construcción de capital social y siembre sentido
de pertenencia, que promueva las formas de participación ciudadana, que genere
confianza entre los habitantes y que maneje con pulcritud diamantina los
dineros públicos. ¿Será imposible aspirar a esto?
Armando Rodríguez Jaramillo
@arj_quindio / @quindiopolis
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