El día 14


El día 14 de octubre pensé en Armenia, esa que me produce sentimientos encontrados, la otrora «Ciudad Milagro» paradigma de civismo, cultura y progreso, la Armenia que debemos reconstruir. 

El día 14 comprendí que, como sociedad, cruzamos por un umbral que nunca debimos atravesar, una frontera invisible que franqueamos embaucados por cantos de sirenas de corifeos de un sistema político que supo entonar agradables y convincentes palabras que escondían seducción y engaño colectivo, sin percatarnos de las consecuencias.

Siempre he procurado una mirada positiva y optimista como la de Steven Pinker en su libro «En defensa de la Ilustración», por lo que cuando rememoro la inauguración del Parque de Los Fundadores con el aniversario 75 de Armenia y la ubicación del monumento a la junta pobladora del maestro Roberto Henao Buriticá, cuando recuerdo el fervor cívico que condujo a la creación del departamento del Quindío y a la designación de Armenia como su capital, cuando evoco el crecimiento urbanístico logrado mediante la valorización, cuando repaso que hubo una época en la que el civismo era una cualidad ciudadana que tenía en la SMP a su adalid, cuando las expresiones culturales hacían parte de la vida citadina, cuando nuestro Deportes Quindío nos representaba allende las fronteras, cuando los dirigentes cafeteros no se quejaban y su gremio era el impulsor del desarrollo, cuando desde la Diócesis se indicaba la senda moral de la sociedad, cuando los clubes cívicos y sociales eran centros de pensamiento donde se debatía el futuro de la comarca, cuando los dirigentes políticos tenían presencia nacional y le servían a la ciudad, cuando en los octubres se avivaba el espíritu de los armenio y las autoridades civiles, militares y eclesiásticas, acompañadas de dirigentes gremiales y cívicos, rendían honores a los fundadores y se engalanaban las casas y edificios emblemáticos con la bandera verde, blanco y amarillo, creo que lo que se estaba incubando era nuestra identidad y sentido de pertenencia.

No obstante, en los últimos lustros Armenia se desordenó por culpa de un sistema político viciado que se creyó con autoridad de decretar a la «Ciudad Milagro» como su coto de caza, por lo que el día 14 fue me sirvió para reflexionar que, pese a los males, no podemos convertirnos en una sociedad distópica, pues no hay nada más poderoso que nos lleve a apreciar y defender nuestra ciudad que el peligro de perderla.

¿Qué esperamos los armenios para empezar a hablar sobre los temas esenciales del futuro? ¿Acaso estamos sentenciados a vivir de la politiquería y los debates insulsos? Muchos son los cuyabros inconformes que están dispuestos a elegir buenos gobernantes y entregarle la ciudad a lo mejor de nuestra inteligencia. Hay que vincular a este propósito a cientos de miles de jóvenes millennials que quieren un territorio donde desarrollar su potencial, a las universidades que tienen mucho que dar en conocimiento y formación, a los emprendedores y empresarios que se la juegan por generar riqueza y empleo, a las organizaciones de la sociedad civil que pondrán su grano de arena para lograr la necesaria cohesión social, y a los artistas e intelectuales que nos ayudarán a encontrar luces en la oscuridad.

En fin, el día 14 de octubre me sirvió para ver una ciudad que, a pesar del desorden y el caos originado en su entropía política, dispone del mayor patrimonio que puede tener una sociedad, su gente buena, ¿pues qué nave sería esta de no tener capitanes alternativos?

Armando Rodríguez Jaramillo
@ArmandoQuindio


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1 Comentarios

  1. Felicitaciones Dr Armando excelente reflexión. Armenia tiene gente buena de Corazón hay que recuperarla.

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