Desarrollo esperado vs desarrollo creado


Cada que se estrena un gobierno y se inicia la formulación de un nuevo plan nacional de desarrollo nos contagiamos de cierto frenesí colectivo ante el temor de quedar por fuera de la repartición de recursos. Por estas calendas se hacen reuniones y se urden estrategias pensando en el desarrollo esperado y no en el desarrollo creado, es decir, ese que se espera venga de la nación y que le resta importancia a ese que deberíamos crear para superar nuestras debilidades, enfrentar las amenazas, potenciar nuestras fortalezas y aprovechar las oportunidades. No podemos seguir pintando el futuro del departamento de naranja, rosado o verde según sea la paleta de colores que traigan las propuestas de turno.

Es hora de superar el ortodoxo discurso de que estamos en el triángulo de oro de Colombia en un cruce de caminos entre el oriente y occidente con mirador a la cuenca del Pacífico, pues esto para nada define nuestro porvenir. Es por esta forma de pensar que aún insistimos en poner todos los huevos en una misma canasta sin percatarnos de la vulnerabilidad que conlleva ni observar otras opciones.

Claro que las dobles calzadas Ibagué – Calarcá – La Paila, el túnel de La Línea, la ferrovía La Tebaida – Buenaventura, la autopista del Café, la conexión Quimbaya - Cartago y el aeropuerto El Edén son infraestructura estratégicas para la región, pero en últimas son proyectos de la nación desde el siglo pasado que no representan ideas nuevas ni disruptivas para el desarrollo del Quindío. A veces imagino que es más fácil continuar cacareando estos proyectos sempiternos y exigirle al gobierno central recursos para culminarlos bajo la premisa que de logar el cometido es por el lobby realizado, en caso contrario, entonces la responsabilidad es del presidente o a sus ministros, saliendo de esta forma ilesos los dirigentes locales con la sensación del deber cumplido.

Así que además de la gestión y seguimiento a los proyectos de infraestructura de la nación que pasan por el Quindío, bien podríamos intentar, por ejemplo, integrar un equipo de personas con la misión de pensar el Quindío para lo que falta del siglo XXI, algo así como un tanque de pensamiento (think tank), un laboratorio de ideas, un centro de reflexión sobre el futuro posible y factible enmarcado en los paradigmas de la cuarta revolución industrial.

De las ideas creativas e innovadoras depende nuestro devenir. En la era del conocimiento el mayor activo de una sociedad es su talento humano, por lo que es hora de pensar si seguimos formando a nuestra juventud para la manufactura o para la mentefactura. Lugares como el Valle del Silicio (Silicon Valley) se posicionaron como la meca de los negocios de alta tecnología gracias al talento humano que atraen y concentran compañías como Apple, Goggle y Hewlett-Packard, y en torno a universidades como Stanford, Berkeley y Santa Clara.

Esforcémonos por incluir en el plan nacional de desarrollo proyectos y recursos para fortalecer a las universidades locales, potenciar nuestros centros de investigación, crear nuevos modelos de negocios de mayor sofisticación, transferir tecnología a nuestras empresas y fortalecer su competitividad. Con ayuda del gobierno podríamos estructurar una agencia de retención y atracción de lo mejor del talento humano en diversas áreas del conocimiento, pues una cosa es esperar a que pase el desarrollo sobre las dobles calzadas y otra diferente es arriesgarnos construir futuros impulsados en las pértigas de la innovación y el conocimiento.

Armando Rodríguez Jaramillo
@arj_opina


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