La
RAP del Eje Cafetero nos pone ante
una nueva lógica para entender un
territorio de gran complejidad. La
dinámica de una región y su bienestar está ligada a la calidad y complejidad de
su aparato productivo. Es de la inversión privada, de la rentabilidad de
las empresas y cadenas de valor, de su integración con negocios globales, del emprendimiento
y de la capacidad de atraer empresas e inversiones, de las que depende la
apropiación de la innovación, el uso de la tecnología, el aumento y
distribución del ingreso, la generación de empleo estable y de calidad, la
superación de las necesidades básicas y el aumento de la calidad de vida en la
región.
La
información económica de Caldas, Risaralda y Quindío que contiene el documento
técnico de soporte elaborado por sus gobernaciones está expresada en términos
de subsistemas productivos con variables como PIB, ramas de actividad
económica, exportaciones, empleo, ingresos, valor agregado y cosas similares
que no dejan ver la realidad productiva.
Es con base en esas estadísticas tradicionales que se toman decisiones de
política pública e inversión, estadísticas que sólo reflejan lo que ha sucedido
en los últimos años con modelos de producción convencionales que acusan fatiga
y comprometen las posibilidades de crecimiento futuro y sostenibilidad de la
economía.
La
RAP del Eje Cafetero debe servir
para refrescar nuestra mirada del territorio y dejar de medir su desarrollo con
base en datos pretéritos y ver el progreso que se avecina con una nueva lente. Se trata de valorar el futuro con los
paradigmas y oportunidades que nos plantea la Cuarta Revolución Industrial.
Es dar un salto cuántico hacia la modernidad apoyados en las pértigas del conocimiento, la innovación y la
tecnología. Si continuamos mirando la región con base en la evolución de
sus sectores económicos tradicionales, las posibilidades de crecer estarán cada
vez más lejanas.
A
diferencia del modelo de desarrollo por departamentos, es decir, por
compartimientos, la lógica empresarial
no repara entre límites municipales y departamentales, las cadenas de valor
del turismo, cafés especiales, agroalimentos, comercio, industria, servicios y
muchas más no se interrumpen en el Alto de La Línea o en los ríos La Vieja,
Barbas, Campoalegre o Cauca, ellas no conocen de límites arcifinios.
La
lógica empresarial se rige por la geografía de los mercados, así que entre más
empoderemos a los empresarios y mayor sea la masa crítica de firmas de
proveeduría, servicios, transformación, diseño, distribución y comercialización
organizadas en clústeres regionales,
más posibilidades tendremos de fortalecer la competitividad y productividad, de
realizar alianzas, de aumentar las oportunidades de movilidad laboral, de
conectar a las incubadoras y centros de desarrollo tecnológico con las
empresas, de estimular el emprendimiento dinámico, de aumentar la oferta de bienes
públicos esenciales para la producción y de aproximar al sistema productivo con
instituciones como el Sena, universidades y grupos de investigación que mucho
peso específico ganarían si se agruparan en un robusto clúster de educación superior que
se encargue de formar el talento humano que se requiere, produzca el
conocimiento aplicado que se demanda y facilite la apropiación de la innovación
que se precisa para navegar por los mares de la mentefactura.
La
RAP nos pone ante una nueva lógica de
entender el territorio, sin caer en tentación de pensar que el desarrollo es
monocausal, pues sería como imaginar que sin región no hay desarrollo o que la
región en ciernes cambiará el desarrollo.
Armando
Rodríguez Jaramillo
armando@naocluster.com
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