Si, así como es, tú eres Armenia, soy yo, somos nosotros. Armenia es de todos los que vivimos en ella.
Es nuestra morada, la querida Patria Chica, la tierra que nos vio nacer o que
recibió con los brazos abiertos a los que llegaron allende sus fronteras.
Armenia es un sentimiento colectivo que vibra en el corazón de los cuyabros,
si, de los cuyabros, porque esos somos, hijos de la epopeya, inconformes de
origen y orfebres de futuros.
Parapetado en este
sentimiento heredado de mis mayores no reconozco la amnesia parcial que vive nuestra
sociedad a causa de los atroces gobiernos que hemos soportado. No pretendo
hablar de este alcalde o de aquella burgomaestra, ni de lo que hicieron con los
dineros de la valorización, con las obras del Centro Cultural de La Estación y
demás inversiones en infraestructura; ni cómo se amañó la contratación, se
usaron anticipos, se financiaron campañas políticas y se acudió al clientelismo.
Sobre esto asuntos y otros más muchos ya han dado sus opiniones. Tampoco es mi
intención señalar si la renuncia del alcalde fue a consciencia o hizo parte de
una decisión calculada, ni de las presiones de unos y otros por integrar ternas
con la pretensión de conservar o hacerse con el dominio de la administración
municipal.
Para los corruptos todo lo
que contribuya a mantener el poder es válido, por eso planean con filigrana la jugada
maestra en el ajedrez de la política donde los implicados, a causa de sus
torpezas y ambiciones, acusan los desgastes y fatigas que los obliga a asumir la
defensiva y recurrir al enroque, única jugada en medio del desespero que permite
mover dos fichas a la vez para poner al Rey a refugio seguro en un flanco del
tablero, detrás de los peones, mientras llevan a una de sus poderosas torres a
una buena posición, ya sea para atacar o para defenderse. En este juego la
seguridad del Rey, que simboliza en el sistema la supremacía del poder, es una
preocupación primordial porque es muy peligroso dejarlo en el centro del
tablero donde es vulnerable al ataque de sus contrincantes. Al enrocar, el jugador
retira al Rey a la seguridad del Castillo Real.
Ubicar fichas clave que
hagan de poderosas torres y hacerse con una posición favorable de ataque o
defensa no siempre depende de la estrategia en el llamado juego ciencia, sobre
todo cuando la coyuntura augura resultados inciertos que pueden conducir el
juego al azar. Entonces para barajar las cartas y sacar la terna con el nombre
que hará las veces de torre, se precisa de un experimentado crupier que irrumpa
en escena para que ponga orden donde hay caos, se encargue de organizar el
juego y controlar las apuesta en la gran peña política y así los acontecimientos
retornen por el cauce de la normalidad de donde nunca debieron haber
salido.
Mientas los jugadores políticos
soportan fuertes descargas de adrenalina y aguardan que el crupier entregue una
terna que favorezca a sus intereses, la brecha entre ciudadanos y dirigentes
políticos seguirá creciendo porque sentimos que la actual Armenia no es la
ciudad que queremos y que bajo sus directrices no habrá futuro.
A los armenios no nos
queda otro camino que concientizarnos que nuestra fortaleza está en nosotros
mismos, que lo por venir sólo lo podremos construir con base en una sociedad
organizada y con capacidad de respuesta, civilista e independiente, con
pensamiento crítico y cohesión social.
Armando Rodríguez
Jaramillo
@ArmandoQuindio
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