Los
empresarios juegan un papel trascendental en la sociedad que nadie podría suplir,
rol al que se le debe dar su real
significado y valorar en su verdadera dimensión. La producción de bienes y
servicios necesarios para el diario vivir, la generación de empleo del que
depende en buena medida el poder adquisitivo en la sociedad y un porcentaje significativo
de los impuestos que recauda el Estado para su funcionamiento e inversión son
aportados por los empresarios, razones socioeconómicas suficientes para revalorar
su lugar en la sociedad.
Así
mismo, la innovación y tecnología que se da al interior de las organizaciones o
en centros de investigación, tienen su aplicación práctica en las empresas que transforman el conocimiento en productos y
los productos en dinero para dar trabajo, progreso y bienestar a la
sociedad.
De
ahí que sea posible afirmar, sin temor a equívoco, que las sociedades son el reflejo de sus compañías, que el nivel de
vida en una región está en relación directa con la calidad de sus empresas, que
es mayor la riqueza y el poder adquisitivo de la población en los lugares donde
se producen productos de mayor valor agregado que en aquellos que se
especializan en materias primas y bienes básicos de limitada transformación.
Incluso, en países con modelos económicos cerrados la generación de riqueza y
bienestar es limitada en comparación con aquellos que favorecen la libre
empresa.
Así
que no hay explicación válida para que los gobiernos no se la jueguen por políticas
de mediano y largo plazo sólidas y consistentes de apoyo empresarial, para que no
tengan programas y proyectos detonantes de la producción, con presupuestos
robustos y ejecutados por funcionarios idóneos que entiendan los negocios y aprecien
la función social de las organizaciones.
Está
comprobado que el crecimiento de una región
se da en función del número y calidad de sus empresas, y de la forma en que
estas usan la innovación y se integran a las cadenas globales de valor. Cabe
añadir que los territorios que exhiben una vigorosa base empresarial tienen
menos desempleo y más recursos para la inversión pública en infraestructura y
proyectos de benéfico social como los
de salud, educación y conservación ambiental, lo que a su vez genera un mejor entorno
para el desarrollo productivo local. El
progreso no se alcanza aumentando el tamaño del Estado y sus nóminas, sofisma
político que estimula espejismos colectivos.
No
hay necesidad de ser magos ni de contratar expertos. Seamos pragmáticos y
apoyemos a quienes generan riqueza, empleo y producen lo que la sociedad
necesita. Pongamos las capacidades
institucionales de gobiernos y universidades al servicio de los empresarios
para ayudarles con investigación, conocimiento, transferencia de tecnología y
educación que sin lugar a duda se obtendrán los mejores réditos
socioeconómicos.
Para
alcanzar este propósito sería beneficioso crear una nueva narrativa empresarial. Qué tal si los comunicadores y periodistas
sustituyeran siquiera el 10% de la crónica roja, amarillista y política por
notas relacionadas con el emprendimiento, generación de puestos de trabajo, innovaciones,
nuevas exportaciones y todo lo que genere dinámica económica. Si en reemplazo del
delincuente, narcotraficante, político corrupto, violador y guerrillero pusiéramos
como protagonistas de las noticia a los empresarios, estaríamos dando un paso trascendental
para cambiar la consciencia colectiva y
ayudar a edificar una sociedad próspera, comprometida con el trabajo y la
creación de riqueza y bienestar.
Armando
Rodríguez Jaramillo
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