Armando Rodríguez Jaramillo (Armenia - Quindio - Colombia)
Las tecnologías de la información y las comunicaciones traen consigo nuevas
formas de hacer las cosas y palabras que nunca habíamos escuchado. Es así como han
irrumpido dos términos que carecían de significado como el e-gobierno y open-gobierno,
vocablos, para algunos sinónimos, que están llamados a contribuir al profundo cambio
que se empieza a sentir en la relaciones entre mandatarios y ciudadanos, lea ciudadanos y no gobernados, pues estos
cada vez más pasan de ser receptores pasivos de lo que transmiten los
gobernantes y partidos políticos a reclamar un papel activo en el manejo de lo
público.
El e-gobierno o
gobierno electrónico tiene que ver con la aplicación de las TIC en los procedimientos
administrativos preexistentes en una alcaldía o gobernación, es decir, es la adopción de tecnología para hacer más
eficiente un determinado proceso (un ejemplo es Gobierno en Línea) que hace
más fácil la vida de los ciudadanos y las gestiones que estos adelantan ante
oficinas públicas como trámites, pago de
impuestos, quejas, solicitud de información, etc.
En cambio el open-gobierno
o gobierno abierto, incluye un cambio de valores. Es repensar la
administración y el gobierno, es poner
el resultado que se desea por encima del procedimiento, es propiciar la
democracia deliberativa, es, ante todo, abandonar el concepto de gobernado o
administrado por el de ciudadano en ejercicio.
Esta forma de gobernar y de interacción y diálogo horizontal con las
personas conduce a una profunda innovación política y administrativa, cuyo
primer componente se refiere a la innovación
cultural que convierte a los ciudadanos en el objetivo de la administración pública situándolos
en el centro de la gestión, transfiriendo
el rol protagónico que históricamente han desempeñado gobernantes y políticos a
la gente. Esto es, ni más ni menos, una revolución cultural en la forma de
hacer las cosas y de entender lo público, que requiere menos egocentrismos y
más humildad.
La segunda corresponde a la innovación
en procesos en razón a que la administración pública no está hecha para
servirle al ciudadano, por lo que hay que eliminar o modificar los procedimientos
incómodos que hacen sentir desconfianza y desánimo al ciudadano a la hora de
hacer un trámite o gestión ante una oficina pública.
La tercera se refiere a la innovación
en la organización pública, pues esta obedece a modelos jerárquicos que en
nada contribuyen a la eficiencia del estado, así que hay que reinventar la administración
y definición de los puestos de trabajo para actuar de forma integral y
articulada y no bajo el principio actual de que un funcionario sólo se limita a
lo que le compete y nada más, modelo que sirve para librar responsabilidades personales
pero que aportar poco a la consecución de resultados.
Por último está la innovación en
la forma de relacionarnos, pasando de la persona detrás de un mostrador, del
correo certificado y del sello en cada papel o carta que recibe, al trato
personalizado, a la comunicación on-line y a las nuevas formas de relacionarnos a través de la tecnología.
En consecuencia, al referimos al gobierno abierto, estamos hablando de reinventar y reorganiza
el sistema de gobierno y de los partidos políticos para que haya apertura con
la ciudadanía y no dependencia clientelista. Nuestros partidos políticos
imprimen una gran influencia en la forma de entender la democracia y de
gobernar, pues ellos hacen elegir sus candidatos para que como gobernantes
manejen los recursos de públicos de forma tal que favorezca la reproducción del
sistema entregándole a un sucesor de su misma colectividad. Así que en este paradigma
de gobierno abierto la clave está en lo que compartes y no en lo que
controlas.
Es por esto es que debemos cambiar nuestro papel como electores para
empezar a construir gobiernos abiertos.