Hemos vivido momentos impensables con la Selección Colombia. ¡Claro que
una derrota cae como un baldado de agua fría! Pero hay que mirar en su contexto
los sinsabores.
Primero que todo, estábamos acostumbrados a vivir de ilusiones.
Recuerdo que hubo una generación que habló por 28 años del 4 a 4 con Rusia
viviendo de la gloria que dio el único gol olímpico de los Mundiales hecho por Marco
Coll y de haberle medito cuatro goles al Lev Yashin, apodado La Araña Negra,
considerado el mejor portero de la historia.
Luego vino otra generación que se jactó de presumir del empate 1 a 1
ante Alemania en el Mundial de Italia de 1990 y del famoso 5 a 0 con Argentina
en el Monumental de Nuñez rumbo al Mundial de los Estados Unidos, al cual
llegamos en 1994 convencidos que íbamos a ser campeones.
Ahora, diez y seis años después, volvimos a ilusionarnos con un Mundial
al que llegamos con todos los méritos que una selección puede llegar, demostrando
buen fútbol, trabajo en equipo y humildad en medio de la grandeza de un equipo
fenomenal. Tenemos gente joven, con roce internacional, con grandes dotes,
jugadores muy bien formados y excelentemente dirigidos.
Llegamos hasta donde nunca habíamos llegado, a cuartos de final.
Estuvimos codeándonos con los grandes del Olimpo del fútbol mundial. Salimos
sin vergüenza en medio del reconocimiento de la prensa internacional. Es decir,
estamos aprendiendo ganar luego de haber estado acostumbrados a perder.
Miremos hacia adelante. Vamos por la Copa América y preparémonos para
el próximo Mundial.
Gracias Selección Colombia. Te llevamos en el alma.