Armando Rodríguez Jaramillo (Armenia - Quindío - Colombia) - 30 de junio de 2014
Exhibición de mercancía usando los postes de los semáforos obstruyendo la zona peatonal. |
Vehículo estacionado frente a la rampa para minusválidos. |
Al caminar por las calles de Armenia me pregunto una y otra vez por qué
somos un pueblo de gente inculta, es decir, por qué somos un pueblo con “modales rústicos y groseros o de corta
instrucción” como reza la definición de la palabra inculto en el
diccionario de la RAE.
No voy a profundizar en el análisis de comportamientos sociales ni en
interpretaciones sociológicas sobre el por qué nos pasamos por la faja las más
elementales normas de convivencia, ya
que soy de los que piensa que no es menester haber tenido una refinada
educación para que nos demos cuenta que las cosas tienen un orden y que la
disciplina social es una mejor opción que el caos y la anarquía.
Por esto es que no logro comprender las razones por las cuales muchos
de los habitantes de nuestra ciudad prefieren andar sin dios y sin ley haciendo
los que se les viene en gana, esgrimiendo comportamientos egoístas que denotan
desprecio para con sus conciudadanos, con la sociedad de la que hacen parte y
con la ciudad donde viven.
Un recorrido cualquiera por las calles de Armenia ha de servir para
darnos cuenta que en LA CIUDAD DEL YO
cada cual hace lo que quiere y lo que se le permite. Algo debemos tener
dañado en nuestro ADN ciudadano que nos lleva a rechazar la organización social
y a tener conductas desbarajustadas.
Vehículo estacionado sobre una señal de prohibido parquear. |
Por ejemplo: la luz amarilla del semáforo es para muchos una invitación
a acelerar y la roja a no detenerse; la cebras, más que sitios demarcados para
cruzar las aceras y que deben ser respetados por peatones y conductores, parecen
que fueran decoraciones de piso de calles sicodélicas; se estacionan vehículos
en cualquier parte, incluso sobre señales de prohibido parquear, sobre andenes,
en paraderos de buses, al lado de los semáforos, frente a garajes y donde se
quiera; las rampas que se construyen en algunos andenes nuevos para facilitar
la movilidad de las personas en sillas de ruedas o de los coches con bebes son
obstruidas por carros, motos y ventas ambulantes; los motociclistas manejan
imprudentemente en forma zigzagueando; para los ciclistas los semáforos y las
señales de tránsito no existen; en presencia de ambulancias preferimos competir
con ellas que ceder la vía; vendedores informarles, compañías de teléfono
celular, comerciantes organizados, cafeterías, restaurantes y bares se sienten
con el derecho de invadir el espacio público con el argumento de que como la
calle es de todos la pueden usar para su beneficio personal ; los conductores
de taxis y buses paran en cualquier parte, hablan por celular con la manos al
volante y se resisten a usar el cinturón de seguridad; en fin, la Armenia del me da la gana está a la orden
del día.
Motocicleta obstaculizando la rampa para munusválidos. |
Carro estacionado en un paradero de buses. |
Como se puede observar, un buen número personas están dispuestos a no
respetar las más elementales normas de convivencia ciudadana y prefieren la
opción de hacer de su cotidianidad un caos, condenando de paso a todos los que vivimos en la “Ciudad Milagro” a
soportar la anarquía de los incultos.