Armando Rodríguez Jaramillo (Armenia - Quindío - Colombia) - 14 de mayo de 2014
Fue así como creímos haber tocado fondo cuando un 9 de abril mataron al
caudillo, cuando se inició la persecución entre godos y cachiporros, cuando apareció
la dictadura militar, cuando se pactó el Frente Nacional que atizó la violencia
política, cuando aparecieron las guerrillas, cuando le robaron las elecciones a
la Anapo y nació el M-19, cuando se expidió el estatuto de seguridad, cuando el
narcoterrorismo permeó la política y los negocios, cuando asesinaron cuatro
candidatos en campaña a la presidencia, cuando el asalto al Palacio de
Justicia, cuando aparecieron los narcocasetes y llegó el proceso 8.000, cuando se
entregó el Caguán, cuando la parapolítica puso congresistas y gobernantes,
cuando se entregaron los paramilitares y brotaron las bacrin, cuando amañaron
la constitución y metieron la reelección, cuando los falsos positivos, cuando espiaron
a las altas cortes y a la oposición, y cuando no sé cuántos otros cuando que se
me escapan.
Pero embelesados porque íbamos por la senda de la prosperidad, no nos
percatamos de otras marrullerías que se cocinaban y que salieron a flote en
esta campaña presidencial. Entonces arrancaron secretos diálogos de paz en la isla
donde otrora se entrenó la guerrilla y bajo la “facilitación” de un país que
aloja guerrilleros, diálogos que avanzan bajo el principio de que “nada está
acordado hasta que todo este acordado” (extraño galimatías que es como decir
que no tenemos nada hasta que lo tengamos todo), se hicieron visibles las casas
- fachadas desde donde se chuza y se espía, se supo de un supuesto acuerdo para
la entrega de narcotraficantes con doce millones de dólares envolatados, se conocieron
más cosas ocultas del caso de Interbolsa y nos sorprendieron con asesores de la
política negra y hackers que pasan de campaña en campaña. Y todo esto, orquestado
por mañosos y habilidosos expertos que profesan que “el fin justifica los
medios” y “calumnia, que algo queda”.