Armando Rodríguez Jaramillo. Armenia (Quindío - Colombia).
Publicado en el diario La Crónica del Quindío el 11 de agosto de 2009
Jacinto
Baena Botero, nacido en Abejorral, vendió sus propiedades en Antioquia y compró
La Secreta y La Lora, fincas ubicadas al sur de Armenia y en Cajamarca, en lo
alto de la cordillera. Una vez establecido, cuando apenas despuntaba el siglo
XX, Jacinto mandó por sus padres, Jesús Antonio y María Manuela, y detrás de
ellos se vinieron sus doce hermanos.
Para
esa época el camino real del Quindío o camino nacional entre Ibagué, Salento y Cartago
eclipsaba y una nueva ruta se abría entre Ibagué y Armenia de la que el
geógrafo Agustín Codazzi, con mirada visionaria, escribiera en 1858 lo
siguiente: "Para la pronta comunicación con el Valle del Cauca es factible
un camino carretero al través de la montaña del Quindío desviándose de la
ruta que hoy está en uso para ir a Cartago […]. Este inmejorable camino
carretero no será más largo qua la desesperante vía de herradura en uso, que
jamás podrá conservarse en buen estado, […]. Por el camino que indico […] los
viajeros irían en coche desde Bogotá hasta Cartago, y de allí a Popayán por un
ferrocarril que recorrerán nuestros nietos.”
Probablemente
Jacinto, hombre culto a juzgar por la descripción que hiciera el historiador
don Rufino Gutiérrez en su informe a la Academia Nacional de Historia con
motivo de su paso por las Montañas del Quindío el 24 de febrero de 1918 (“La
posada de La Lora, en la vertiente oriental de la Cordillera Central, a unos 6
kilómetros de la cima, […] es bastante cómoda y pertenece a familia antioqueña
de esmerada educación […]”), olfateó la oportunidad de negocio que era el
transbordo de carga y viajeros disponiendo de recuas de mulas y bueyes entre Cajamarca
a Calarcá. Fue así como se convirtió en posada La Lora donde los viajeros pernoctaban
en medio de no pocas tertulias con bambucos y coplas acompañadas de guitarras y
tiples.
En
su informe Gutiérrez acotó: “Hasta hace unos seis años ese flanco de la gran
Cordillera estaba […] cubierto de selva virgen […]. Una vez que se terminen la,
a (sic) variantes y las reparaciones, […] será ésta la vía preferida por
viajeros y carga entre los Departamentos de Cundinamarca y Tolima y el del
Valle […], y se abandonará la del Quindío, la cual fue abierta desde el siglo
XVI […].” Y más adelante escribió: “Encontré grandes partidas de bueyes y mulas
que venían del Valle del Cauca con cacao para Bogotá y con café del valle
del Quindío para embarcarlo en Girardot, […] las cuales prefieren este
camino […] por ser más corto y más descansado.”
En
La Lora no hubo libro de huéspedes, pero por allí pasaron viajeros y
comerciantes, funcionarios públicos, andariegos extranjeros, monseñores y
obispos como Ismael Perdomo Borrero, fundador de Cajamarca en 1913, con sus
séquitos de curas. Y cuentan que hasta generales y presidentes de la República
con sus servidumbres, edecanes y amanuenses pernoctaron bajo la hospitalidad de
Baena Botero.
Pero
el negocio montado sobre caminos de herradura agonizaría en 1930 con la
construcción de la carretera entre Ibagué y Armenia, quedando en el olvido el
antiguo camino real del Quindío y el paso por La Lora, aunque vestigios de la
vieja posada aun resiste el paso del tiempo a orilla de carretera.
Fragmentos
de esta historia olvidada las oí de niño a mi bisabuela María Baena Botero,
hermana de Jacinto, y a Alfonso Baena Restrepo, hijo de Jacinto, que de niño y adolescente
vivió y trabajó en La Lora, y quien fuera mi abuelo de crianza al casarse en
segundas nupcias con mi abuela Solita Vásquez, luego que ella enviudara de
Roberto Jaramillo Baena.