Hans Peter Knudsen
El Quindío, corazón verde de Colombia, no solo se distingue por sus montañas ondulantes, cafetales florecidos y paisajes que enamoran. En esta tierra, las palabras también tienen un sello único, un aroma propio, como el café recién colado. Y entre todas las expresiones que reflejan la esencia de su gente, hay una que resplandece por su sencillez y profundidad: “es con mucho gusto”.
Quien haya visitado el Quindío o interactuado con sus habitantes habrá notado esta frase, pronunciada con una calidez tan natural como la brisa que atraviesa los guaduales. Lejos de ser un simple modismo, “es con mucho gusto” encapsula la hospitalidad, generosidad y empatía que caracterizan a los quindianos.
Aunque no se tiene un registro exacto del origen de esta frase, parece ser una evolución de fórmulas de cortesía heredadas del español colonial, en las que se expresaba gratitud o disposición de servicio. Sin embargo, su uso en el Quindío ha trascendido el sentido formal y se ha convertido en una muestra de afecto genuino. No es simplemente un “de nada” o “a la orden”; es una afirmación cargada de intención, como si el hablante quisiera subrayar que el favor, el gesto o el servicio ofrecido no fue una obligación, sino un verdadero placer.
Para comprender por qué “es con mucho gusto” tiene tanto arraigo en el Quindío, basta con mirar a su gente. En esta región, las relaciones humanas se tejen con una mezcla de amabilidad, calidez y orgullo por ayudar al prójimo. La expresión, entonces, es más que una frase: es un reflejo de la cultura regional. Cuando un quindiano dice “es con mucho gusto”, no lo hace por mera costumbre, sino como una afirmación sincera de que su acción estuvo impregnada de afecto.
En un mundo donde la amabilidad parece a veces escasear, escuchar esta frase es como encontrar un oasis. Es un recordatorio de que, en el Quindío, ser amable no es solo una cortesía; es un acto de identidad.
Más allá de su uso cotidiano, “es con mucho gusto” tiene un poder casi poético. Cambia el tono de cualquier conversación y refuerza la sensación de comunidad. Si el Quindío es conocido por recibir a los visitantes con puertas abiertas, esta expresión es como el saludo de bienvenida verbal, un gesto que invita a quedarse y sentirse en casa.
Podemos preguntarnos cuántas veces el simple hecho de escuchar esas palabras ha transformado el día de alguien. Un cliente satisfecho en una tienda, un viajero agradecido en un hotel o un amigo reconfortado por un pequeño favor, todos encuentran en esta frase un destello de humanidad.
Hoy, “es con mucho gusto” comienza a viajar más allá del Eje Cafetero. Los quindianos que emigran llevan consigo esta expresión, como si fuera un amuleto que recuerda de dónde vienen. No es raro escucharla en ciudades lejanas, donde sigue causando la misma impresión: una amabilidad que parece anclada en el alma de quien la pronuncia.
“Es con mucho gusto” es más que un simple modismo del Quindío; es una declaración de principios, una manera de vivir. Es el eco de montañas generosas y cafetales hospitalarios, de una tierra donde ayudar al otro no es un sacrificio, sino un placer.
En un mundo que a veces parece acelerarse demasiado, esta frase nos invita a detenernos, a valorar los pequeños gestos y a recordar que la verdadera riqueza está en cómo tratamos a los demás. Porque, en el Quindío, todo –absolutamente todo– se hace con mucho gusto.
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