Competitividad más allá de los índices


 

«La competitividad debería ser entendida como algo más que un escalafón con indicadores, puestos y puntajes».


En el Encuentro Nacional de Comisiones Regionales de Competitividad e Innovación realizado el 4 de diciembre en Armenia se presentó el Índice Departamental de Internacionalización 2024 donde el Quindío ocupa el puesto 7 con un puntaje de 3,76, escalafón que se suma al Índice de Departamental de Competitividad [Quindío: puesto 9; puntaje 5,79], Índice de Competitividad de Ciudades [Armenia: puesto 10; puntaje 5,70], Índice Departamental de Innovación [Quindío: puesto 8; puntaje 41,85] e Índice de Competitividad Turística Regional [Quindío: puesto 17; puntaje 4,89] que reúnen en total 567 indicadores o variables que, a mi parecer, producen cierto estado de infoxicación, término que se refiere a una sobrecarga de información que abruma y satura, es algo así como una intoxicación causada por exceso de datos. De ahí que estemos expuestos a un cúmulo de indicadores duros, no de percepción, que muestran puestos y puntajes que no alcanzan a ser ni digeridos ni comprendidos ni aprovechados.

Pero, sin pretender desconocer su importancia, conviene dar otra mirada a la competitividad ya que los índices inducen a la búsqueda de la excelencia y no a la calidad, pues tienden a enfatizar más en el puesto que se ocupa que en las propiedades inherentes al valor de la competitividad corriendo el riesgo de que al ir tras la excelencia se termine erosionando la calidad. Dicho esto, los índices son importantes referentes a tener en cuenta para comprender los factores internos de la competitividad con el objeto de comparar el actual crecimiento económico y bienestar social con los que se podrían tener con base en el potencial productivo y las oportunidades del territorio. Sería ver la competitividad, no como una carrera por los primeros puestos, sino como una competición con nosotros mismos para avanzar en el desarrollo productivo local y mejorar lo que se hace.

En otras palabras, es tratar de no distraernos con indicadores, puestos y puntajes, y más bien enfocarnos en una agenda de crecimiento económico y bienestar para el Quindío que incluya factores clave de la competitividad, como los que relacionaré a continuación. El primero corresponde a las brechas de conocimiento y tecnología, esas que quedan en evidencia al observar los temas que se debaten y los bienes y servicios que se producen. Es tener conciencia de nuestro rezago frente a países y empresas punteras; pero ante todo, de la necesidad de adoptar una estrategia que nos aproxime en un tiempo razonable a las fronteras del saber y la tecnología.

 

«… sino también en humanismo y pensamiento crítico, es educar ciudadanos con disposición de diálogo, reflexión y análisis».


El segundo se refiere a la formación y retención del talento humano. Consecuente con el primer factor, es evaluar la pertinencia, nivel y calidad de los programas académicos que ofrecen las universidades, no solo para formar en competencias para el trabajo, sino también en humanismo y pensamiento crítico, es educar ciudadanos con disposición de diálogo, reflexión y análisis. Pero, además, es crear capacidades para retener el talento humano mayor capital que una sociedad puede tener y que los jóvenes no se vean obligados a emigrar en busca de oportunidades. Una muestra de esta realidad son los US$ 221 millones en remesas que llegaron al departamento en 2023, cifra que equivale al 69% de las exportaciones totales [US$ 320 millones].

El tercer factor es el envejecimiento de la población. Los censos de 2005 y 2018 muestran variaciones significativas en la pirámide demográfica del Quindío al registrar que la población entre 0 y 14 años descendió de 27,7% a 17,7% y que los mayores de 65 años aumentaron de 7,8% a 12,8%. Esto, que merece atención, se agudiza con la ya mencionada emigración de jóvenes y con la llegada de pensionados que ven al Quindío como un lugar atractivo para su retiro. Esta realidad, que en Europa llaman «invierno demográfico», demanda cambios, por ejemplo, en la atención y prestación de servicios básicos y en el equipamiento urbano, al tiempo que podría condicionar el futuro de actividades productivas intensivas en mano de obra como la agricultura y construcción.

El cuarto factor es el modelo productivo y de ocupación del territorio. De acuerdo con el DANE, en las últimas cuatro décadas ha decrecido el PIB de la industria manufacturera al pasar de una cifra cercana al 35% en 1980 a 4,4% en 2023, lo que me recuerda el libro de Alberto Gómez Ceballos: Industrializar el Quindío: ¿Una utopía? [Quingráficas, 1974]. Pero, así como decae la manufactura, las áreas de cultivos se reconfiguran significativamente como lo muestran las EVAS entre 2007 y 2023 que dan cuenta de la pérdida del 60,9% del área sembrada en café que redujo su superficie a 18.063 hectáreas, al tiempo que aumentó en 1.683% la siembra de aguacate, 165% la de plátano, 480% la de banano y 198% la de cítricos, y disminuyó la de pastos en 11,5%. A esto se suma que en los municipios de la zona baja el tamaño promedio de los predios rurales es 4,5 hectáreas lo que pone en riesgo la sostenibilidad de la agricultura a futuro en un territorio con cambios en los usos del suelo motivados por la construcción de condominios residenciales, infraestructuras para el turismo y ampliación de zonas urbanas, hechos que configuran una metropolización que nos negamos a asumir.

El quinto y último factor es el modelo político conformado por gobiernos que persisten en esquemas de planeación de corto plazo planes de desarrollo territoriales en oposición a visiones de mediano y largo plazo, a lo que se suma el adanismo, práctica según la cual los nuevos gobernantes traen nuevos proyectos que reemplazan los que se venían ejecutando. Por último, está el no reconocimiento de pares, pues históricamente los gobernadores y los alcaldes de Armenia y de los municipios circunvecinos a la capital no se han reconocido entre sí como interlocutores válidos en temas de desarrollo territorial, lo cual dificulta abordar y acordar asuntos de interés público como el abastecimiento de agua y acueducto regional, manejo y disposición de basuras, transporte intermunicipal, prestación de servicios de salud y educación, y formulación de un modelo de ordenamiento territorial metropolitano.

En consecuencia, la competitividad debería ser entendida como algo más que un escalafón con indicadores, puestos y puntajes útil para compararnos con otros departamentos, y más bien enfocarnos en competir con nosotros mismos con el propósito de mejorar lo que hacemos para alcanzar mayor progreso y bienestar.

 

Armando Rodríguez Jaramillo

Correo: arjquindio@gmail.com /  X: @ArmandoQuindio  / Blog: www.quindiopolis.co

 

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2 Comentarios

  1. Doctor Armando Rodríguez, que interesante su conceptualizacion acerca de nuestro "aquí y ahora.Confrortar sus apreciaciones merecen un foro especial.Alguien convocará ?

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  2. Lo que usted propone se debería hacer. Es necesario debatir nuestra realidad y acordar visiones de futuro y de progreso.

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