Armando Rodríguez Jaramillo (Armenia - Quindío)
"No creo en religiones institucionales ni en sectas partidistas."
La convulsionada
vida actual, la avalancha de noticias y los tsunamis de información gracias a (o
por culpa de) los adelantos tecnológicos erosionan el pensamiento crítico y nos
limitan para ejercer como ciudadanos. Esta alteración de la consciencia social ha
afectado el comportamiento cívico, sobre todo en momentos cruciales como los de
las elecciones de alcaldes y gobernadores.
La consciencia individual y colectiva asumió
una peligrosa escala de valores en la que los asuntos públicos, por ser de
todos, no son de nadie, lo que dio patente de corso para que se usen de forma indiscriminada sin consideración alguna. Esto
es lo que pasa con la invasión del espacio público, donde el usurpador aduce
que como los andenes, parques, plazas y vías son bienes públicos, son de él, y
que por tanto tiene derecho a ocuparlos y usufructuarlos bajo la premisa de que
el que primero llega, primero lo usa.
Es así como
el pensamiento colectivo termina por aceptar que los recursos del Estado, físicos,
financieros y humanos, se pueden usar para favorecer campañas políticas. Es abiertamente
conocido que la mayoría de candidatos son ungidos y patrocinados por un gobernante
en ejercicio mediante el uso de los recursos públicos, práctica que es coram populo,
es decir, delante del pueblo, públicamente, a la vista de todos.
La
corrupción es de siempre, porque siempre ha habido corruptos y corruptores,
pero la sensación de que ahora hay una mayor corrupción posiblemente se debe a
que existe la percepción que los organismos de control no observan lo
que todos ven y que los corrompidos
se tomaron confianza y se volvieron cínicos y desafiantes con la sociedad.
Sin embargo, a pesar de lo dicho, creo que la democracia es el sistema menos
malo que existe.
En la otra
orilla, muchas personas, más de los que ellos mismos se imaginan (si al menos sospecharan
cuántos son, actuarían), se la pasan criticando las prácticas de los
gobernantes y el papel de los partidos políticos y sus maquinarias electorales.
Usualmente hablan en privado, pero callan en público. Son los que dicen que la
gente debería actuar, sin reparar que ellos son los demás de los demás.
En medio de
estas circunstancias políticas y sociológicas que son una forma de realismo
mágico, me declaro un agnóstico político
y nihilista positivo del sistema de gobernanza actual en razón a que no creo en
religiones institucionales ni en sectas partidistas, creo en el Estado y la
sociedad, creo en el interés público y en orden social. Como dijo el
filósofo catalán Salvador Pániker recientemente en una entrevista a La
Vanguardia de Barcelona: “No creo en el
divinismo sino en las soberanías compartidas.”
0 Comentarios