Armando Rodríguez Jaramillo (Armenia - Quindío)
“Con la política interior ocurre como con el amor: cuando se está practicando, no se piensa en otra cosa…”
Los hechos
políticos que ocurren entre el gobierno nacional y la oposición y los que se
empiezan a presentar en provincia con la selección de candidaturas a
gobernaciones y alcaldías arremeten contra nuestra capacidad de asombro, pues sin
que hayamos superado el estupor que causa una determinada noticia política,
cualquiera otra de similar naturaleza la condena al olvido en un santiamén. Es
por esto que al ver a Obama en su discurso sobre el Estado de la Unión ante el
Congreso de los Estados Unidos, no pude dejar de comparar el comportamiento de
republicanos y demócratas con la bufonada y chabacanería en se convirtieron nuestros
partidos políticos, por cuyo fortalecimiento tendrá que pasar algún día la solidificación
de nuestra democracia.
No sé si
Napoleón al expresar que “la política es la fatalidad” y si Bismarck con
aquello que “la política no es una ciencia exacta”, querían indicar que de ella
todo se puede esperar. Pero si aceptáramos esta tesis, estaríamos obligados a
recordar otras frases célebres que apuntan en igual dirección: “en política no
hace falta decir jamás” de Napoleón III, “en política lo que no es posible es
falso” de Cánovas del Castillo y “en la aritmética política, dos y dos no son
jamás cuatro” de Francisco Romero Robledo.
Pero la
incertidumbre del devenir político, en donde las expectativas de una campaña y
los resultado electorales conducen a coaliciones fundamentadas en alianzas y
conveniencia, y no en criterios y principios, nos aproxima cada vez mas hacia
una sociedad de ácratas. Entonces, si algunos partidos se volvieron instrumentos
para avalar candidaturas y aceptar financiaciones dudosas ante la necesidad de
sumar votos a toda costa, estrategia que dejó en el cuarto de los rebujos la
observancia de las cualidades de los candidatos convirtiendo en pecadillos
veniales sus exabruptos personales, sus intrascendentes o cuestionadas
gestiones como administradores públicos y su trashumancia política, tendríamos
que estar de acuerdo con Antonio Maura en que “la memoria es evidentemente una
de las prófugas de la política” y con Caillaux que dijo: “con la política
interior ocurre como con el amor: cuando se está practicando, no se piensa en
otra cosa…”
Razón tenía
Dantón, que agobiado porque los ideales de la Revolución Francesa se diluían, indicó:
“son necesarias muchas generaciones
humanas para poder pasar de una forma de gobierno a otra. Antes de
construir ciudades, hay que formar ciudadanos”. Y para terminar, no puedo pasar
por alto a Gustavo Le Bon con su célebre frase: “no se puede esperar nada de
los hombres políticos para los cuales el mundo es un espejo que refleja
exclusivamente sus deseos, sus sueños y temores”, y al Conde de Romanones con
su siempre recordada cita: “si no existieran hijos, yernos y cuñados, cuántos
disgustos se ahorrarían los jefes de Gobierno”