Auge y ocaso del parque de Los Fundadores

Estado del panteón de Jesús María
Ocampo "Tigrero" el día del aniversario
de Armenia el 14 de octubre de 2013
Estado del monumento a los fundadores
de Roberto Henaro Buriticá durante las
festividades aniversarias de Armenia en 2013
Armando Rodríguez jaramillo
Armenia (Quindío-Colombia), 17 de octubre de 2013


La de los sesenta fue la década del civismo por excelencia en Armenia y el Quindío[1], ese que de forma inexplicable extraviamos en algún recodo de nuestra historia y que hoy no se predica en los hogares ni en escuelas, ese que cayó en desuso por dirigentes y gobernantes. Hubo una época en la que sabíamos que civismo tenía que ver con el comportamiento de la gente y como se vive en sociedad, actitudes que se basaban en el respeto al prójimo, al entorno natural y al interés público, lo cual se lograba con educación, urbanidad y cortesía.

La efervescencia cívica de los sesenta estuvo precedida por hechos  inolvidables como el nacimiento del club de futbol profesional Atlético Quindío (1951) campeón en 1956, la conformación de la primera junta pro-Departamento (1951) que presentó varias proyectos de ley para la creación del mismo entre 1958 y 1961, la decisión del Papa Pio XII de crear la Diócesis de Armenia (1952) y de nombrar a monseñor Jesús Martínez Vargas (1953) como su primer obispo, el origen de la Universidad del Quindío por acuerdo municipal el 14 de octubre de 1960, el establecimiento de la Jefatura Civil y Militar para la provincia del Quindío (1957) y de la Octava Brigada del Ejército con sede en Armenia (1962), y la creación de la Corporación Autónoma Regional del Quindío para impulsar proyectos de desarrollo y manejo ambiental (1964).

Estos sucesos hicieron que los cuyabros desafiaran el centralismo de Manizales y con bríos emprendieram obras de desarrollo para la que estaba por convertirse en capital de departamento. Por esos años la ciudad se extendió al norte gracias al trazado futurista de la avenida Bolívar que generó un importante polo de desarrollo urbanístico.

Para la celebración de los 75 años de Armenia la dirigencia y los planificadores de la época construyeron el parque de Los Fundadores entre las calles 1 y 4 norte a un costado de la citada avenida, con un diseño posmoderno que rompía la tradicional cuadrícula con las que se trazaban los parques y las plazas. El lugar era un barranco que le dio paso al parque en construcción. Sobre su forma de mapa de la ciudad (que nunca se lo vi) o de letra eme extendida se fueron delineando sus senderos y zonas verdes, su ovalada rotonda, su espejo de agua serpenteante que recordaba nuestra riqueza hídrica, sus bancas y todo lo que ahora llaman mobiliario urbano.

Para su inauguración en 1964 se trajo pendido del brazo de una grúa, amarrado con cadenas y manilas, el monumento a los Fundadores del maestro Roberto Henao Buriticá que había sido inaugurado en 1939 en la celebración del cincuentenario y que estaba en la entrada del cementerio de San Sebastián[2] bajo un pórtico de concreto. El carro grúa lo puso sobre un montículo en el centro del parque donde se enraizó el monumento emblemático de ciudad que representaba la fortaleza y pujanza de los colonos que llegaron a estas tierras a tumbar el bosque para hacerse a tierra de labranza y habitación.

Una rara coincidencia fue que el 2 de marzo de ese mismo año muriera el maestro Henao Buriticá en Bogotá. Él había nacido en Armenia en 1898, y luego de pasar por la Escuela de Bellas Artes de Bogotá viajó a París a estudiar escultura en la Academia de Bellas Artes, y pintura en la Academia Julián y en el estudio del Pintor Claude Granie. En 1926 participó en el Salón Anual de Paris presentando la escultura Eva con la cual obtuvo el primer puesto. Entre sus obras se destaca la fuente de La Rebeca (1928) ubicada en el centro de Bogotá y la escultura al Libertador Simón Bolívar en Armenia (1930). 

A pocos metros de este monumento, sobre una laja de piedra puesta en un muro de un metro de altura por dos de ancho se esculpió la siguiente inscripción en honor a los fundadores: “Armenia a sus Fundadores 1989 – 1964. Jesús María Ocampo, Alejandro Suárez, Jesús María Suárez, Arsenia Cardona de Ocampo, Antonio Herrera y Joaquín Buitrago”. En la parte posterior del muro había tres astas donde se izaban las banderas de Armenia, Quindío y Colombia. Allí, cada 14 de octubre, el alcalde de Armenia acompañado del Gobernador, en medio de una calle de honor militar, ponía una ofrenda floral en presencia de las autoridades civiles, eclesiásticas y militares, y de las instituciones cívicas de la ciudad.

Años después, un 14 de octubre de 1998, en la alcaldía de Álvaro Patiño Pulido se inaugura en el lado norte de la rotonda del mismo parque un panteón diseñado por el maestro Londoño en cuya placa frontal decía: “Homenaje a El Tigrero donación ciudadana de Armenia - autor Mtro Londoño”. Aunque nunca fue llamativo, era un montículo que reflejaba una tumba antigua con cabezas de tigre y hojarascas en bronce incrustadas, y en la parte posterior cuatro guaduas verticales con un papagayo, amén de la imagen del rostro del fundador. En su interior se depositaron los restos mortales recogidos en una bandera de Armenia  con una placa que rezaba: “Armenia agradecida a su fundador. Jesús María Ocampo “Tigrero” 1849 – 1901. Arsenia Cardona de Ocampo 1873 – 1950. Octubre 14 de 1998”.

Ese mismo año se escogió esta rotonda como uno de los sitios para poner un asta donde ondearía de forma permanente la bandera de Armenia en honor a la ciudad, de igual forma se hizo en la glorieta “Vásquez Cobo” al norte, en el puente de La Florida al oriente y en la glorieta de Tres Esquinas al sur.

Por ser el parque de Los Fundadores el lugar con los emblemas fundacionales de Armenia, una vez que el Congreso aprobó el proyecto de ley de creación del departamento del Quindío el 19 de enero de 1966, en esta rotonda tomó posesión el 1 de julio de ese año Ancízar López López como primer gobernador ante el presidente Guillermo León Valencia, en medio de una multitud de quindianos emocionados. Treinta años después, el 1 de julio de 1996, la entonces gobernadora Belén Sánchez Cáceres hizo un acto público con presencia de los exgobernadores y descubre una placa recordatoria de este hecho con los nombres de los mandatarios del Quindío.

Pero no solo Los Fundadores se convirtió en el lugar para honrar a los colonizadores, ya que sirvió para otros homenajes como el que se le hizo al precursor de la independencia de las colonias americanas, aquel que tradujo los derechos del hombre y que fue presidente de Colombia. La placa descubierta por el alcalde Hernán Palacio Jaramillo y monseñor Jesús Martínez Vargas en el lado sur de esa rotonda, reza: “A don Antonio Nariño. Apóstol de la libertad Americana en el segundo centenario de su nacimiento. Armenia abril de 1965. Cámara Junior

En el parque también se halla otra inscripción en mármol, ya olvidada, que dice: “ARMENIA a su ciudad hermana COLUMBIA Missouri  - USA. Octubre 14 de 1965”, descubierta en medio de promesas para estrechar los vínculos entre las dos ciudades. A escasos metros, unos años después, en calidad de Presidente, Misael Pastrana Borrero siembra un ejemplar de la Palma de Cera del Quindío un 14 de octubre, palma que el naturalista alemán Alexander von Humboldt en 1801 a su paso por las montañas del Quindío llamó "Ceroxylon Quindiuense", acto premonitorio de su adopción como Árbol Nacional de Colombia por el presidente Belisario Betancur mediante la ley 61 de 1985.

Como se puede observar, pocos parques se dan el lujo de concentrar tanta simbología. Un sitio así es un lugar sagrado para cualquier sociedad, el aula por excelencia para enseñar nuestras las tradiciones a las nuevas generaciones y para mostrar a los turistas lo que es la historia del Quindío.

Sin embargo, en esta cuesta abajo del civismo de los armenios la realidad es otra. Hoy el susodicho parque es un muladar que refleja la decadencia de una sociedad y la ineptitud de sus gobernantes. La erosión de la cultura y las tradiciones que alguna vez nos dieron identidad es notoria y poco queda de lo que fue nuestro patrimonio. Con desconocimiento craso de la historia, a las últimas administraciones municipales les dio porque el epicentro de las festividades bulliciosas y desordenadas al norte de Armenia sea el parque de Los Fundadores.

Y como si no bastara con los desmanes de años anteriores, en 2013 Corpucultura, en el marco de las denominadas “Fiestas Cuyabras 124 años”, nuevamente entrega el parque para que sea invadido con barricadas, baños públicos, toldos, mesas, neveras, equipos de sonido y expendios de cerveza Club Colombia, en un grotesco espectáculo de once días de duración[3] que recordó al dios Baco de la mitología griega por las bacanales con exceso de alcohol, estridencia, desorden y suciedad. Qué bueno sería que así como se programan jornadas etílicas de once días de aguante se proyectaran actividades culturales de similar duración.

Si bien es cierto que desde hace varios años los monumentos representativos de la ciudad están abandonados, no lo es menos que estas festividades de pan y circo, que en la antigua Roma constituían una efectiva herramienta de control social, acabaron por ahondar el lamentable estado en el que se encuentran y de paso impidieron homenajear a los fundadores de la Ciudad Milagro, que subsiste de milagro.

Durante las “Fiestas Cuyabras 124 años” el parque de marras vivió su octubre negro:

  • La escultura a los Fundadores, convertida en orinal público, estaba pintada con grafitis y sobre su superficie se veían cinceladas algunas figuras geométricas. Y como si fuera poco, sobre el tronco del principal emblema de Armenia se subió cuanta persona quiso posar para una foto, tomar licor o hacer piruetas en actos que no fueron controlados por autoridad alguna, pues son ellas las que abandonaron a su propia surte el patrimonio de los armenios.
  • El monumento con los nombres de la junta fundadora, sin astas y con su inscripción borrosa cubierta con grafitis, estuvo bloqueado con barricadas, neveras y mesas.
  • El panteón con los restos de Jesús María Ocampo “El Tigrero” y su esposa está desvalijado, las dos placas conmemorativas no existen, el rosto de Jesús María Ocampo, la hojarasca y una de las tres cabezas de tigre tampoco están, y las guaduas vigiladas por un papagayo mudo han sido mutiladas. Y para aumentar el desconcierto, fue pintado con grafitis que hablan de paros, protestas contra Estados Unidos y la Unión Europea, la silueta de una ubre y otras cosas más. Este saqueado mausoleo, que merece respeto por parte de las autoridades y del público en general, en las “fiestas cuyabras” estuvo encerrado por barricadas y rodeado de mesas, casetas y baños públicos. En la noche se vieron borrachos subidos en él sin que se supiera qué los embriagaba más, si la cerveza ingerida o el penetrante olor a orina rancia de los alrededores.
  • El monumento a los treinta años del departamento y el sito donde tomó posesión el primer gobernador del Quindío quedó oculto detrás de una caseta. La bandera de Armenia estuvo arriada y el asta en la rotonda parecía el mástil de un barco abandonado. Allí solo ondearon banderas de marcas cerveceras.
  • La placa conmemorativa a la ciudad hermana de Columbia, blanco de grafitis, quedó oculta entre mesas y nadie sabía que cerca estaba plantado el Árbol Nacional de Colombia. La placa al bicentenario del nacimiento de Antonio Nariño, que está pintada de amarillo, quedó oculta tras un letrero que decía: “2 latas solo por $4.000. Entrada gratis.”

Ante esta deprimente situación, numerosos ciudadanos elevaron su protesta por la invasión del parque de Los Fundadores, pero de manera incomprensible la Administración Municipal fue sorda al clamor de tantas voces que solicitaban un cambio en la forma de celebrar el cumpleaños de Armenia, sobre todo cuando este tipo de festejos bulliciosos y grotescos solo incitan al consumo de licor desenfrenado y favorece los interés de quienes se lucran de espectáculos en los espacios públicos.

A la vera del camino quedaron las preocupaciones de los que ven cómo se envilece lo que queda de cultura ciudadana y se destruye lo poco que subsiste de los monumentos levantados para honrar a los fundadores de la ciudad. Ni la protesta de la Academia de Historia del Quindío dirigida en carta a la Alcadesa el 8 de octubre tuvo eco en los corredores palaciegos del CAM, ensordecidos por los bullicios de unos festejos que se atreven a llamar “fiestas cuyabras”.

La única reacción a la solicitud de la Academia de erradicar del parque de Los Fundadores tanto despropósito para restituirle a la ciudad sus emblemas históricos, fue el retoque hecho a de la escultura a los Fundadores por un pintor improvisado que lo cubrió de un color gris ceniza terminando por dañar lo que ya habían empezado a deteriorar otros vándalos con pintura en aerosol y cincel en mano. Al preguntarle a aquel pintor de ocasión sobre quién lo mandó a tan especializada labor, respondió que había recibido la orden del encargado del manejo de las casetas instaladas en el parque para ver si dejaban de molestar con el estado de los monumentos.

Lo procedente en una sociedad culta y respetuosa es que las autoridades civiles y de policía cuiden y protejan sus monumentos públicos, y si estos han sido dañados o están deteriorados, que los pongan en manos de expertos restauradores para devolverle a la ciudad su historia y tradición. Pero como el desprecio por el patrimonio público es manifiesto, cualquier persona se atribuye el derecho de mandar a pintar el emblema de la ciudad en presencia de agentes de policía indiferentes y del silencio de la autoridad civil ante semejante atentado contra la heredad de los armenios, tapándose con una manito de pintura la impotencia oficial de salvaguardar nuestro patrimonio cultural. Pero como el remedio fue peor que la enfermedad y la superficie primigenia del monumento era de cemento armado sin color alguno, la textura inicial, el relieve de la corteza del tronco y su apariencia fueron alterados de forma sustancial.

Los monumentos del espacio público son patrimonio de todos, son parte de la riqueza cultural que nos pertenece y que tienen un significado para nuestra historia representativo en nuestra vida personal y colectiva. Los monumentos y las esculturas se vuelven referencias comunes que se transmiten entre generaciones y que pueden llegar a afectar de una y otra manera las conductas ciudadanas formando lo que se denomina una cultura ciudadana, el civismo colectivo. Sin embargo, los paradigmas que entronizan las celebraciones baratas con bullicio y licor, y el abandono y desprecio por el patrimonio de la ciudad, tienen un efecto perverso en el comportamiento de la sociedad.

Los monumentos están protegidos por nomas jurídicas como también lo están muchos otros derechos en Colombia. Para muestra un botón: el Código Penal (Ley 599 de 2000), que habla de penas de prisión para los que causen daño en bien ajeno, mueble o inmueble, y la Ley 1185 de 2008, que además de velar por la conservación del patrimonio de la Nación, dice en su artículo 7 en referencia a la intervención, que todo acto que cause cambios al bien de interés cultural o que afecte el estado del mismo, deberá contar con la autorización de la administración municipal y solo podrá realizarse bajo la supervisión de profesionales en la materia debidamente registrados o acreditados ante la respectiva autoridad.

Esto implica que le corresponde a las autoridades identificar la persona natural o jurídica responsable de pintar el monumento a Los Fundadores, determinar la razón por la cual los agentes de policía que el 9 de octubre prestaban vigilancia en el parque de Los Fundadores no impidieron que se cometiera semejante atentado y conocer la opinión de la Alcaldía sobre lo sucedido y las acciones que han emprendido los funcionarios de la administración responsables de la vigilancia y salvaguardia de los bienes de interés cultural e histórico de la ciudad ante el atentado contra el monumento a los Fundadores hecho público por el noticiero de Telecafé el 9 de octubre.

Es evidente que el civismo está herido. Hubo un punto de inflexión en nuestro devenir cuando permitimos la llegada de dirigentes con poco interés en conservar nuestras tradiciones y patrimonio. La política se envileció y los valores que teníamos fueron sustituidos por otros que no eran los nuestros pero que poco a poco se nos han enquistando. El sistema educativo se dejó contagiar y a las nuevas generaciones no se les enseña sobre cultura ciudadana e identidad, ni sobre el pasado de la sociedad a la que pertenecen. Nos convertimos en una masa desarraigada que presencia impávida el ocaso del civismo.

De una cosa podemos estar seguros, con este tipo de celebraciones no se construye ciudadanía ni se hace sociedad.





[1] La palabra civismo, que viene del latín civis y civitas, civitatis que significa ciudadano y ciudad respectivamente, es definida por la Real Academia de la Lengua como: “celo por las instituciones e intereses de la patria” y “comportamiento respetuoso del ciudadano con las normas de convivencia pública”.

[2] El cementerio de San Sebastián fue demolido para dar paso a la construcción de la terminal de pasajeros.

[3] Del 5 al 14 de octubre