A gerenciar el futuro


En el Quindío hay que despojarnos de las viejas ideas que no funcionan y cambiar de mentalidad.

La planificación del desarrollo tiene que ver con la capacidad de una sociedad de imaginar futuros deseables y factibles y hacer acuerdos colectivos para alcanzarlos.

La Ley Orgánica del Plan de Desarrollo (Ley 152 de 1994), norma que establece los procedimientos y mecanismos para la elaboración, aprobación, ejecución, seguimiento, evaluación y control de los planes de desarrollo territoriales, al ser de estricto cumplimiento al inicio de cada gobierno, es un ejercicio de planeación normativa orientado por el grupo político que gana las elecciones, que más que un instrumento de desarrollo, es un plan para ejecutar presupuestos cuatrianuales que constriñe la oportunidad de reflexionar sobre el futuro.

De ahí que deberíamos esforzarnos por elevar el debate sobre el desarrollo local dejando de lado tanto discurso estéril sobre las crisis que padecemos, los errores cometidos, las tragedias vividas, lo que los gobiernos hicieron o dejaron de hacer, la política y la corrupción y la búsqueda de culpables externos.

 

Una agenda para el desarrollo

Es imperativo construir una agenda de desarrollo que nos lleve hacia una sociedad y una economía del conocimiento, que contenga la clave para que nuestras empresas pasen de producir bienes y servicios básicos a unos de mayor valor agregado. Una agenda que incentive la inversión, el emprendimiento, la creación de empresas y la generación de empleo. En fin, una agenda que nos lleve a otro nivel de progreso.

Tenemos que pensar en ideas-fuerza relevantes que maximicen las oportunidades, que transformen las ventajas comparativas en competitivas, que produzcan una ruptura con los modelos de producción tradicionales. Necesitamos una agenda de desarrollo sintonizada con el mundo que nos integre a los flujos del comercio internacional con productos diferentes al café.

Pero transitar por estos senderos requiere de innovadoras formas de pensar y de nuevos arreglos institucionales y educativos. Es necesario ampliar nuestra visión de futuro, tener la osadía de mirar hacia otros rumbos y no continuar cacareando la crisis del café, la falta de liderazgo y la politiquería como las madres de nuestros infortunios.

Si queremos un futuro disruptivo que no sea la simple prolongación del presente, hay que enriquecer el discurso socioeconómico dándole importancia a la educación, la ciencia, la tecnología y la innovación. Pero, sobre todo, hay que despojarnos de las viejas ideas que no funcionan y cambiar de mentalidad, darnos cuenta de que solo de nosotros depende el porvenir y que no habrá una mano mágica que venga a salvarnos.

Lea "Con quindianos o sin quindianos"

Mientras otras sociedades avanzan en transformaciones productivas impulsadas por la Cuarta Revolución Industrial, el modelo de desarrollo del Quindío se agotó porque en buena medida queremos hacer más de lo mismo en vez de arriesgarnos a conquistar futuros promisorios. 

 

Aprovechemos la oportunidad.

La inercia que arrastramos, el cambio de década que inicia y la realidad de una pandemia devastadora, nos ponen en un momento de inflexión que no debemos ignorar y que deberíamos aprovechar. Precisamos de líderes visionarios con esquemas mentales disruptivos, líderes que no tengan miedo de pensar en grande, líderes que desafíen el estatus quo y la zona de confort donde quedaron atrapadas las decisiones importantes del departamento, lideres con la capacidad de gerenciar el futuro desde el presente.

Si otras regiones del país y el mundo han logrado desempeños notables y han entrado en círculos virtuosos de progreso y bienestar con base en la educación, el desarrollo científico y tecnológico, la transformación productiva y la conservación de sus ecosistemas, ¿por qué nosotros no lo intentamos?

 

Armando Rodríguez Jaramillo

@arj_quindio    /    @quindiopolis

 

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1 Comentarios

  1. Hay que.anteponer el interes común al personal, hacer y proyectar....

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