Las decisiones que se toman para manejar un departamento deberían obedecer
a un juicioso ejercicio de planificación que, partiendo de un diagnóstico de su
territorio y del grupo humano que lo habita, permita identificar sus
potencialidades y definir un futuro deseable y factible. Si el diagnóstico no
es correcto, el punto de partida para la planeación no será real y, por ende, lo
que sobre esta base se construya tendrá una alta probabilidad de error. En esto
radica, a mi juicio, parte de los yerros que en la planeación del desarrollo hemos
cometido, ya que con frecuencia formulamos planes de desarrollo generales sin pensar
que la diversidad del territorio amerita diferentes estrategias de desarrollo.
La zona de cordillera representa el 65% de la extensión departamental.
Este territorio tiene una densidad de 83,6 habitantes por kilómetro cuadrado con
el 30,5% de sus 106.000 habitantes residiendo en el campo, lugar donde el
tamaño promedio de los predios es de 14,4 hectáreas. En esta zona de ladera hay
una media de 5,1 viviendas rurales por cada kilómetro cuadrado y 800 metros de
carreteras por cada kilómetro cuadrado.
En contraste, el área al occidente del río Quindío es el 35% de la
extensión departamental con una densidad de 568 habitantes por kilómetro
cuadrado donde el 8,7% de sus 452.000 habitantes residen en el campo, lugar donde
el tamaño promedio de los predios es de 3,3 hectáreas. En esta zona ondulada hay
una media de 11,7 viviendas rurales por cada kilómetro cuadrado y 1.500 metros
de carreteras por cada kilómetro cuadrado.
Además de estas diferencias, la cordillera se caracteriza por sus fuertes
pendientes, por un mayor grado por riesgo geológico y de avalancha, por albergar
las mayores áreas bajo bosques naturales, por ser la zona donde nacen una alta
proporción de nuestras fuentes de agua, por sus intensas precipitaciones y por tener
la mayor cantidad de cultivos de café.
La parte baja es un territorio ondulado con menor incidencia de riesgos
naturales a no ser por los coletazos de los vendavales. Los cultivos de café ha
ido desapareciendo y el plátano y los pastizales se ven por doquier. Sobre ella
hay un área metropolitana en formación entre Armenia y sus municipios vecinos donde
se asienta no menos del 80% de las empresas del departamento. La contaminación
hídrica presenta altos niveles y hay fuerte presión sobre las actividades agropecuarias
que van siendo desplazadas por el turismo, urbanizaciones campestres, parques
temáticos y recreacionales, servicios e
industria.
Estas evidentes diferencias deberían ser objeto de especial atención a
la hora de formular planes de desarrollo, pues este departamento requiere una estrategia
de desarrollo para la cordillera y otra distinta para la zona baja, pero ambas
articuladas y complementarias, pues a pesar de ser dos mundos diferentes tienen
un futuro común indisoluble.